“Angelita” Gutiérrez de Moyano. Hija de españoles. Su padre peleó en el bando Republicano en la Guerra Civil española. Tuvo dos hijos. Fue maestra en la escuela “Tiburcio Benegas” y luego pasó como directora a la escuela “Carlos Ponce de Videla”. Censaba a las personas de menores recursos –muchos bolivianos- que eran explotados; tenía la idea de regularizar su situación y llevar a los hijos de estos inmigrantes a la escuela como una forma más de combatir el analfabetismo. Participó en la Comisión Docente de Asuntos Educativos de la CGT de los Argentinos. Directora de Enseñanza Media de la provincia de Mendoza en la gobernación de Martínez Baca en 1973 (pero renunció inmediatamente cuando a él lo destituyeron de su cargo). Participante del Bloque de Agrupaciones Docentes Peronistas de la CUTE (Central Unificadora de Trabajadores de la Educación), primera central sindical en asumir el nombre de “trabajadores” y que en julio de 1973 confluyó en la fundación de CTERA. Dirigente sindical gremial docente en el SUTE Mendoza (en los días más difíciles de la dictadura militar de Lanusse) e integrante del Peronismo Auténtico en dicha provincia cuyana, para 1975. Era asidua visitante de los presos políticos a los que llevaba su contención y afecto. Detenida y luego desaparecida el 20 abril de 1977 a la edad de 59 años, en Avenida España 1050, Mendoza Capital. La “chuparon” al salir de la florería (“Le Petit Garden”) en que trabajaba, cuando la cerró y caminaba despreocupadamente hasta su casa. Quienes la conocieron –Ana Lorenzo, por ejemplo- la recuerda como una mujer muy hermosa, de brillante oratoria y que solía vestir un poncho pampa en los actos. Supo escribir: “Debemos comprometernos para que nuestro proyecto permita no solamente profesar nuestra fe en Dios sino también vivir efectivamente conforme a la libertad a la que todos los hombres tenemos derecho según nuestra vocación de persona. Representa la culminación del ideal a la personalidad libre porque ser libre equivale a poder sentirse en el mundo y en la sociedad humana a sus anchas como en la casa del propio padre, es el hijo el emancipado la verdadera antítesis del esclavo, el esclavo emancipado ha cortado ciertas cadenas exteriores pero no necesariamente ha cambiado su corazón de esclavo, y permanece por lo mismo, en peligro permanente de caer en nuevos amos o convertirse a su vez en esclavizador de los otros”.