Santafecino, nació un 24 de abril de 1948 y falleció el 3 de febrero de 2022. Fue un Maestro Internacional de Ajedrez argentino. Subcampeón de Argentina en el año 1982 en Buenos Aires. Participó representando a Argentina en cuatro Olimpíadas de ajedrez: en el año 1972 en Skopie, donde hizo tablas con Anatoly Karpov, en 1978 en Buenos Aires, en 1980 en La Valeta y en 1982 en Lucerna. Venció a Larsen y otros tantos reconocidos ajedrecistas. Realizó una dedicada e incansable labor docente. Fue maestro de maestros y creador del plan nacional de ajedrez escolar. Su ideal de establecer la práctica del ajedrez en las escuelas fue alcanzado con la sanción de la Ley Nacional 7.836 de 2018 que implementa al ajedrez como herramienta pedagógica en el sistema educativo. Y usted, se preguntará porque lo pongo en este recordatorio. Mejor que lo explique textualmente, el compañero Ernesto Jauretche a través de su libro “Memoria de la Esperanza. Vida, pasión y muerte de un muchacho peronista” editado en 2023 por Colihue. La acción transcurrió enfrentando a la dictadura de Onganía, y dice así: “Durante un transporte de rutina el material incendiario se activó repentinamente, provocándole graves lesiones a Marta (Roldán), mientras yo descansaba tranquilamente en la ignorancia de los sucesos, convencido de que la doctora Roldán debía estar de guardia en algún hospital. Ni en la mayor intimidad de la pareja, un militante contaba a otro algún detalle de sus actividades. Mi esposa tenía para varias semanas de reposo. Quedó a mi cuidado (…) Periódicamente concurría un compañero a realizarle las curaciones. Para matar el tiempo conseguí me acercara del kiosko de la esquina unos cuadernillos de problemas de ajedrez, deporte al que eran aficionados los ex alumnos del Krause desde que nuestro compañero de colegio, Oscar Panno, fue campeón mundial juvenil y gran maestro internacional. Había tendido el tablero para estudiar un final de partida que ofrecía el folleto cuando llegó el ‘enfermero’ de Marta. Miró y me desafió. –Acomodá las fichas que jugamos-. Y se encerró en la pieza. Desde allí, a ciegas, empezó a cantarme las movidas a las que yo respondía: me dio mate en menos de 20 jugadas. No solo quedé atónito; además estaba furioso. Y así siguió ocurriendo un par de visitas más, ante mi aturdimiento. Quince años más tarde me crucé con el ‘enfermero’ en Madrid. Era Juan Carlos Hase, de paso para Moscú hacia una competencia mundial de ajedrez. Así eran muchos de los que con nosotros soñaban y luchaban: renombrados artistas, científicos y hasta un Maestro Internacional de Ajedrez”.