Nacida en Córdoba el 15 de febrero de 1948. Fue la mayor de ocho hermanos. En su adolescencia participó del Movimiento Católico de Juventudes. Egresó del Instituto Nuestra Señora del Huerto en 1965 e ingresó a la Facultad de Arquitectura de la Universidad Católica al año siguiente. En 1969 pidió el pase a la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional de Córdoba. Obtuvo su título universitario el 18 de diciembre de 1973. Las fuerzas de ocupación intentan tomar por asalto la casa de Champaquí 1720, barrio Parque Capital de la ciudad de Córdoba, el sábado 21 de agosto de 1976. Es una casa de Montoneros. Adentro resisten y mueren combatiendo, Carlos Alberto Pereyra (ver su registro) y su esposa María Teresa Huerta de Pereyra, que se habían casado en 1970. Sol, su hija, escribe: “Una mano muy grande y fuerte agarrando la mía, eso era mi padre. Una sonrisa franca y fresca, eso era mi madre. Muchos globos en septiembre para mi cumpleaños, eso eran mis padres. Dos tableros muy grandes, con papeles también grandes, cada uno con un flexo, con lápices raros llamados ‘rotring’ y muchas casitas construidas con un poco de todo, con arbolitos de esponja por todo el comedor, eso era mi hogar. Amigos, familia, guitarra, una radio, un perro que ladraba y todo el olor a ‘portland’ fresco, eso era mi día a día. Gritos por un megáfono, disparos, bombas, llantos, silencio y ausencia, eso fue el final”. Una hermana menor también aporta su recuerdo sobre María Teresa y Carlos Alberto en relación a su profesión: “Con gran vocación y habilidad manual se pasaban los días frente a los planos. Nosotros los chicos, metidos entre los tableros de dibujo, les comíamos las pastillas ‘Volpi’ con que representaban maquetas de inmensos barrios, con muchas casitas blancas y cuadradas, con plazas, escuelas, hospitales y centros de recreación. Les encantaba la arquitectura, los proyectos solidarios, la cultura popular”. Y otro recuerdo más, ahora familiar, anterior al ya relatado: “Por lo pronto me acuerdo la cara de Papá cuando llegaba el Gordo (Pereyra) y besaba en la boca a su novia delante de los doce o catorce comensales, entre hermanos, primos e invitados, sentados a la mesa cotidiana de la casa de Independencia. Nosotros le hacíamos la barra (el aguante) a esta suerte de oso grandote cuando la abrazaba y casi no se la veía a la flaquita de la Tere ¡Cómo se amaban!”.