Roberto
Baschetti

Jaime, Armando

“El Kolla Jaime”. Nació el 9 de octubre 1932 en la ciudad de Salta, en el seno de una familia pobre. Su padre era obrero panadero, simpatizaba con el anarquismo y había trabajado con Juan Riera, otro anarquista muy conocido que había difundido sus ideas en la provincia salteña. Su madre, muy católica, era ama de casa y laboraba a veces en el campo. Armando primero fue obrero textil y luego maestro de escuela en Santa Victoria, un departamento provincial al que debía entrarse a lomo de mula y que en ese entonces estaba manejado por Robustiano Patrón Costa que era el dueño feudal del ingenio “El Tabacal”. Jovenzuelo, Jaime comenzó a interesarse por la lectura a través de libros y publicaciones anarquistas que llegaban a su casa. Tanto él como su padre se sumaron al peronismo por la obra sindical y social que llevó adelante Juan Domingo Perón. Para 1950 ya era parte de la incipiente Juventud Peronista de la época y a nivel provincial seguía a la fracción del peronismo que lideraba el enfermero Don Carlos Hamena, vicegobernador y luego gobernador de la provincia, que nada más ni nada menos, expropió el Club 20 de Febrero, reducto de la oligarquía azucarera para convertirlo en Casa de Gobierno. Para aquella coyuntura histórica favorable a los intereses populares (1946-1955), Armando Jaime organizó varias unidades básicas y también una asociación campesina que pidió al gobierno la entrega de tierras, sin éxito. Con el golpe de Estado que derrocó a Perón todo se dio vuelta. Lo dejaron cesante y fue perseguido por activista. Debió irse a Tucumán donde se vinculó al Comando “17 de Octubre” de la Resistencia Peronista que entre otros menesteres pintaban el “Perón Vuelve” en las paredes y metían “caños” a empresas extranjeras u oligárquicas y a las casas de conspicuos “gorilas”. Siempre aclaró Jaime, que se hacía todo casero y a pulmón: se buscaban mechas, fulminantes, gelinita, dinamita y que había algunos que hasta apretaban la mecha y los fulminantes con los dientes (cosa que no se debe hacer nunca) o temerariamente, se amasaba la gelinita con las manos para meterla luego dentro del caño. Para esa época de entrega total por “la causa” como se decía entonces, sus lecturas preferidas pasaban por las obras del escritor e historiador peronista José María Rosa y en materia de lucha armada, FrantzFanon y la cuestión argelina. Ya más acá en el tiempo, pero siempre en el ámbito insurreccional: Regís Debray, el “Che” Guevara y todo lo de China (Mao) y VietNam (VoNguyenGiap y Ho Chi Minh). Armando Jaime para 1958 regresa a Salta y comienza a trabajar dentro de la CGT local, haciendo todo tipo de tareas: agitación, propaganda y acción directa (huelgas, “miguelitos”, piquetes, etc.). Ateo desde joven rápidamente fue caratulado como “zurdo” por sus pares cegetistas, aunque siempre fue un caracterizado hombre de la izquierda peronista. Entendió rápidamente que la lucha no terminaba con un potencial regreso de Perón a su patria, sino que era menester organizarse de manera independiente. Dirá, al respecto: “Descubrimos que la esencia del pensamiento del peronismo y de la alta conducción peronista era burguesa. De aquí pasamos a ver la necesidad de una organización independiente de los trabajadores, en una palabra, veíamos la necesidad de construir un partido de la clase obrera y de agrupaciones clasistas y combativas dentro del movimiento obrero que fueran conquistando las direcciones sindicales. Esas ideas las desarrollamos primero en el Movimiento Revolucionario Peronista (MRP) y después en el Frente Revolucionario Peronista (FRP)”. En Salta cuando se propuso a nivel partidario relanzar el justicialismo para las elecciones, Armando y su gente se inclinaron por Miguel Ragone (ver su registro) luego gobernador provincial durante el tercer gobierno peronista. Para apoyarlo crearon la Lista Verde en consonancia con la lista del mismo color que mucho antes, Framini, usó en Buenos Aires en 1962 cuando ganó las elecciones y no fue reconocido en su cargo de gobernador. Jaime y sus compañeros, siempre levantaron el Programa obrero de Huerta Grande. Primero fueron Juventud Peronista, luego Movimiento Revolucionario Peronista (MRP) a partir de agosto de 1963, donde ya se hablaba de lucha armada y socialismo, y por último Frente Revolucionario Peronista (FRP) donde la organización era clandestina y celular –con fuerte presencia en Salta y Tucumán-, además de contar con dos publicaciones para dar a conocer sus principios revolucionarios: “El vocero popular” y “El Cabecita Negra”. También fue un interlocutor válido para John William Cooke y ambos consideraban que la clase obrera es la base humana y fundamental del Peronismo y que el esfuerzo de los peronistas revolucionarios es tratar de lograr la independencia de la misma de la influencia frenadora del sector burgués del Movimiento, como se expresó antes. Durante la presidencia de Arturo H. Illia (1963-1966) y la gobernación salteña a cargo de Ricardo Durán ocurrió algo poco conocido y que es bueno comentarlo. Para ese entonces las autoridades invitaron a los reyes de Bélgica a visitar Salta. Armando Jaime y su gente se enteraron –por gente allegada que tenían en la Casa de Gobierno- que la misión de los reyes era en realidad la de traer colonos belgas (racistas, capangas, explotadores) que habían sido echados del Congo y reinsertarlos en aquella provincia norteña. Con el agravante de que esa colonización implicaba el desalojo de campesinos. Dadas, así las cosas, los reyes llegaron primorosos de visita a Salta y se encontraron con chicos que les daban la “bienvenida” con globos que tenían la cara y el nombre de PatriceLumumba, el patriota africano que logró la independencia de su patria de manos de los belgas precisamente y que luego fue asesinado. La visita oficial se desmadró y hasta se quemó una bandera del reino de Bélgica, siendo acusado sin fundamentos por este hecho Armando Jaime y otros compañeros que debieron permanecer un año y seis meses presos. Siempre contaba que la sacaron barata, porque el fiscal había pedido 8 años alegando que los acusados querían provocar una guerra con Bélgica. Durante la dictadura de Onganía, a partir de 1966, no la pasó mejor: realizó una intensa tarea agitativa, fue uno de los primeros integrantes de la CGT de los Argentinos, participó en la tentativa de coordinación del peronismo revolucionario realizada en Córdoba en enero del ’69 y promovió y participó activamente en las movilizaciones que se llevaron a cabo en Salta en solidaridad con el Cordobazo. La dictadura militar en 1971 lo hizo prisionero. Lo torturaron durante 5 días en la delegación Santa Fe de la Policía Federal, sin que le pudieran sacar un solo nombre de algún compañero comprometido. Trasladado a distintas cárceles, fue liberado por el pueblo y el voto popular en Rawson, en las jornadas del 25 y 26 de mayo de 1973. Con la llegada a la presidencia de Perón por tercera vez en ese mismo año, las diferencias con el peronismo oficial se profundizaron “ad infinitum”. Armando Jaime y su grupo se dieron cuenta que llegaba un peronismo raro y un Perón distinto. Así y todo, lograron conformar con éxito la CGT Clasista de Salta; una experiencia única de la clase trabajadora en el Norte argentino. El desbarranque en plano inclinado y profundo de lo que quedó de aquel gobierno peronista, agravada luego de la muerte del Líder (1° de julio de 1974), acercó a Jaime a la formación del Frente Antiimperialista y por el Socialismo (FAS) –donde fue su presidente- y a presentar una fórmula comicial con el obrero cordobés y lucifuerzista Agustín Tosco que, en honor a la verdad, feneció como tal antes de realizarse. A principios de marzo de 1974, lo detuvieron en Perico del Carmen-Jujuy, y estuvo nuevamente detenido (le reflotaron una causa) que se remontaba al año 1969, derivada del asalto a un camión pagador del Ingenio Ledesma, cuyos dueños eran los Blaquier. Llegada una nueva dictadura cívico-militar en 1976 con el general Videla a la cabeza, se vio obligado a exiliarse de paso, en varios países latinoamericanos y en España. Inclusive en Suecia, Jaime organizó comités que denunciaron desde allá el Terrorismo de Estado implementado acá, a través de la dirección de Trabajadores y Sindicalistas Argentinos en el Exilio (TySAE). Sus memorias pueden leerse en un amplio reportaje que le efectuaron en la revista “Lucha Armada en la Argentina” N° 3, julio-agosto 2005. De regreso a la patria fue un importante testigo en los juicios por crímenes de lesa humanidad llevados adelante con los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner. Otro hecho curioso de su vida fue que, en 2017, la Cámara de Diputados de Salta le rindió homenaje póstumo sin saber que aún no se había muerto. A los 85 años, en enero de 2018, Jaime, con un cáncer diseminado en varios órganos y necesitado de diálisis y transfusiones constantes, fue rebajado de categoría en el PAMI de Salta. En consecuencia, su familia fue informada de que se le retiraría la silla de ruedas, el colchón antiescara, el tubo de oxígeno y la enfermera de atención nocturna: se salvó de la dictadura, pero no de la guadaña racionalizadora de la alianza Cambiemos. Finalmente, este gran hombre del que hago la presente reseña de su vida, dejó de existir físicamente el 3 de febrero de 2018. Una guardia compuesta por compañeros y amigos de toda su vida, lo acompañaron hasta su última morada, previo velatorio ornamentado con banderas revolucionarias y globos rojos. Cumplieron con la última voluntad de Armando Jaime cuando expresó públicamente a sus allegados: “No quiero flores. Traigan banderas y pancartas a mi entierro”. Y pidió disculpas: “Perdón. Me voy en el peor momento de mi país”.