Trabajó de muy jovencito, terminó el secundario estudiando por la noche; allí fue elegido el mejor compañero. Ingresó a Ciencias Económicas en la UBA para ser Contador. 29 años. Casado con Susana Zeballos, quien recuerda que cuando conoció al que luego sería su marido, peleaban todo el día por boludeces y los que los conocían a ambos, decían sabiamente: “estos van a terminar casados”. Sigue diciendo su esposa: “Nos reuníamos todos en el bar ‘Las Orquídeas” de Córdoba y Riobamba, donde los mozos lo adoraban y le decían ‘Don Alberto’. Y los amigos y amigas lo consultaban para todo… Así es como se le enamoraban las mujeres, y yo tenía que estar atrás barriéndolas. Era coherente en todos sus actos, completamente sincero y sabía poner límites, era capaz de prever antes de que pasaran las cosas. El veía un problema y daba una solución… Vivía con alegría, muy pocas veces lo vi de mal humor. Estudiabamos en la biblioteca parlante, donde se armaban unas mesas… unas discusiones impresionantes… muchas veces la gente se quedaba escuchando las discusiones de nuestro grupo. Sólo después de casarnos pudimos ir al mismo campamento los dos, porque mis padres no me dejaban ir con él, siendo solteros. Él era el muchacho de barrio y yo era la intelectual. Me decía con acento tanguero ‘a vos te falta boliche, piba’. Recuerdo que a veces cuando tardaba en llegar y yo me asustaba por temor a que le hubiera pasado algo, le preguntaba ‘¿No pensás en tu hija?’ Y él contestaba: ‘justamente porque pienso en ella hago esto ¿Cuál es el mundo que le estamos dejando?’. Me parecía de un egoísmo muy grande tener una militancia, andar corriendo por todos lados, viviendo con la maleta hecha teniendo una criatura, pero lo que él quería darle era mucho más que un juguete, quería darle un mundo mejor”. Fue secuestrado-desaparecido en Córdoba el 30 de diciembre de 1975 por su militancia en Montoneros, donde actuaba en el área de Finanzas.