“Tito” y “Otito” en la familia. “Fermín” en la militancia. Nacido el 15 de noviembre de 1948 en Luque, provincia de Córdoba. De 28 años de edad, cabello negro y ojos grises, con un metro setenta y uno de estatura y de profesión contador, había construido una hermosa familia con su compañera Amelia Bárbara Miranda de Lanuscou (ama de casa, 26 años) y tres hijos: Robertito de 5 años, Barbarita de 4 y Matilde de 6 meses. Los papis eran peronistas y militaban en Montoneros (provenían de las FAR), él era Secretario Militar de la Columna Norte en su área de Logística. Venían corridos de Córdoba, donde les habían volado el hogar. Es que en esa provincia eran muy conocidos ya que Roberto era un cuadro de Juventud Peronista y de Juventud Trabajadora Peronista (JTP). El 3 de septiembre de 1976 su casa de San Isidro, sita en la intersección de las calles Asunción y Catamarca, es rodeada por las fuerzas represivas y bombardeada, previo cerco militar sobre tres manzanas completas. El ataque insólito y desproporcionado juntó a un centenar de soldados en las inmediaciones que se treparon por los techos vecinos y un stud equino adyacente. Se cortó la luz de toda la zona y se disparó sobre la casa con armas cortas, largas, pesadas, una tanqueta y hasta una ametralladora antiaérea emplazada arriba de un jeep militar. Tanto poder de fuego terminó con un incendio de la instalación y toda potencial resistencia desde el interior. Un vecino escuchó claramente desde adentro de la vivienda una voz masculina que gritó ¡Viva la Patria! ¡Vivan los Montoneros! Y luego un silencio atroz. Murieron todos menos Matilde, la beba, que se la robaron. La mentira vino uniformada: “El Comando Zona 4 informa que el 3 de septiembre, a las 22 horas, Fuerzas Conjuntas detectaron una reunión de delincuentes subversivos, pertenecientes a la organización declarada ilegal en segundo término. Sobre ese lugar se realizó una acción y se intimó a los ocupantes del edificio a su rendición, quienes no acataron la orden y abrieron fuego desde el interior, contra los efectivos militares. Como resultado del intenso tiroteo, se declaró un principio de incendio, que obligó a la intervención de una dotación de bomberos, llamada oportunamente, a fin de evitar su propagación a las residencias vecinas. Finalizada la acción se comprobó que en el interior del edificio existían cinco delincuentes muertos, que aún no se han identificado, y gran cantidad de armas cortas, largas y granadas de mano, especialmente de origen extranjero y material quirúrgico de todo tipo. Los efectivos militares que intervinieron, no sufrieron bajas”. La verdad vino por otro lado. Por el lado del Tercer Oficial del Cuerpo de Bomberos de San Isidro, el señor Ernesto Pérez, quien testificó que: “la noche del ataque se encontraba cenando en el destacamento, junto a sus compañeros, momentos en que arribó un Peugeot blanco, repleto de uniformados militares, y entre ellos uno que se identificó como oficial del Ejército Argentino, quien solicitó los servicios profesionales de los allí presentes. Al llegar pudieron contemplar gran despliegue de efectivos y armamentos y una casa en llamas. Cumplieron con su deber, pero al finalizar, comprobaron que no se les quería permitir el ingreso al inmueble. De todas maneras, el declarante, aseguró haber visto los cadáveres de un hombre y una mujer y en un baño, -todo ello en medio de la gran oscuridad y confusión reinantes- otros cuerpos semidestrozados, que en un primer momento, le parecieron pertenecientes a dos niños, puestos uno encima de otro, contra una pared. Muy conmocionados –termina el testigo- los bomberos recibieron las felicitaciones de alguien que se autopresentó como Teniente Coronel del Ejército, con asiento en Campo de Mayo, quien no dio su nombre”. (Con el tiempo se supo el apellido de este militar: Landa). Lo que quedaba de la casa, fue arrasada con una topadora municipal. Como los vecinos de los Lanuscou sabían de la existencia de criaturas en la casa, quisieron saber la suerte de esos chicos, por lo que las autoridades militares debieron “blanquear” sus muertes. ¿Cómo? Muy sueltos de cuerpo aseguraron que los chiquitos fueron muertos por su propio padre, en la misma noche del tiroteo. Bueno, después de todo, era lo que ellos esperaban de un “subversivo apátrida…”. Un giro impensado se dio en este caso, cuando se conoció una carta pública que David Antonio Lanuscou, hermano de Roberto Francisco, le hizo llegar desde Córdoba, el 13 de enero de 2003, a la Sra. Ernestina Herrera de Noble exitosa empresaria y dueña del diario “Clarín”. En una parte de la misma le dice: “El 25-01-1984 se realizan las exhumaciones, después de descubrir que las partidas de defunción e inhumación fueron fraguadas. Se encuentran los cadáveres de los padres, los de los niños en ataúdes de adultos y en el de Matilde huesos de otros adultos, una manta con la forma de un bebé envuelto, y en su interior, el osito rosado y el chupete de Matilde. Las denuncias anónimas de que un militar sacó de la casa destruida un bebé en brazos, más los estudios del antropólogo forense de Oklahoma, Clyde Snow, en el lugar de la exhumación, dan la certeza de que Matilde está viva. Ahora, después de relatar esta breve historia, como tío junto a demás familiares, tenemos el derecho de saber: ¿Es su hija adoptiva Marcela Noble, mi sobrina Matilde Lanuscou? Ella tiene ahora 26 años y Ud. apoya la decisión que ella quiera tomar (hacerse o no, un análisis genético), pero nosotros tenemos la obligación, si es ella, de que sepa la historia de sus padres, de lo íntegros y maravillosas personas que fueron. Que pertenecieron a la generación que dio los mejores hijos de este Pueblo, que sepa la causa del asesinato de sus padres y hermanos”. La señora de Noble en otra carta abierta dijo que a su hija la adoptó de buena fe. El viernes 5 de junio de 2004 se conoció una resolución de la Justicia en dicha causa de adopción y por la misma, el Juez Federal Bergesio, la desvinculó de presuntas irregularidades y además dijo que no estaba probada la existencia de delito. Marcela-Matilde que se sepa, nunca se hizo la prueba de ADN. Su presunto tío no se da por vencido y le hizo una canción, “Matilde de seis lunas” cuya primera estrofa dice así: “Setiembre se hizo noche / la noche fue una tumba / sobrevivió la pequeña / pequeñita de seis lunas”. En el año 2009, Marisa Sadi dio a conocer en un libro atrapante de 465 páginas, ahí está toda la investigación que ella llevó a cabo sobre la muerte de Roberto y Amelia. Se titula “El caso Lanuscou. Columna Norte. La otra historia”.