“Betty”. “Clara”. “El Pájaro Campana”. Oriunda de Campana, provincia de Buenos Aires, donde nació un 17 de junio de 1953. En sus inicios pertenecía con otros compañeros a la “Comunidad de las Victorias”, grupo religioso de militancia católica en la Iglesia “María Rosa Mística” de la ciudad de La Plata (calles 54 y 23). Estudiante de Medicina. Hermana de Nora. Pasó por la Juventud Universitaria Peronista (JUP). Militante peronista y montonera en la columna Sur del GBA. Secuestrada-desaparecida en Lanús, provincia de Buenos Aires, el 11 de diciembre de 1978. Cayó junto a su compañero, el chileno, Juan Adolfo Coloma Machuca a quien conoció en un micro yendo a una peregrinación a Luján. Ambos fueron vistos en el CCD “El Olimpo”. Con anterioridad, el 23 de marzo de 1978 nació Susana, hija de la pareja. Doy a conocer fragmentos de una carta que oportunamente Larrubia, envió a sus padres: “Siempre traté de tener una actitud de servicio como Ustedes me enseñaron y me exige mi fe. Ese servicio fue teniendo distintas formas de expresarme, hace mucho iba al asilo, después al hospital de niños, después con la gente de la parroquia abrimos el grupo ‘alitas’ para marcarles en lo posible el mismo camino de servicio al prójimo. En ese grupo empezamos a leer los documentos de Medellín donde se habla de la Justicia, de la Paz, de la Educación y muchos otros temas, pero de todo el documento se desprende que hay países que explotan a otros y esa injusticia debe ser combatida por los cristianos, ya que todos los hombres tenemos los mismos derechos, y a partir de ahí comencé a comprender que el compromiso mío tenía que ver con mi Patria que bien sabemos es explotada por los Estados Unidos como antes lo era por España, y eso se ve en casi todas las industrias que hay en nuestro país que son de dueños extranjeros y las que son argentinas, son empresas chicas que se funden por la sombra que le hacen las grandes. Entonces empecé a entender que el sistema es injusto porque no da los mismos derechos a todos (…) esa política debe ser reemplazada por otra y esa otra entendía que tenía que ser el Peronismo porque era la que había dado más justicia para los pobres hacia quien Jesús tuvo preferencia y por eso decidí militar en el Peronismo, en la parte donde estaba la juventud que tenía muchas ideas parecidas a las mías (…) hay que unirse y organizarse para alzarse en contra de las injusticias porque los pueblos que no luchan por su liberación merecen ser explotados y la gente nos comprende y nos apoya porque ve que con el esfuerzo de todos la cosa va a cambiar (…) y así fue que decidí irme a vivir al barrio para que me vieran igual o al menos semejante y en lo posible enseñarles con mi ejemplo (…) las cartas están echadas y yo voy a jugarme por completo para que este mundo sea más justo”. Su compañero de militancia Carlos Deleo suma datos a su biografía: “A Susana la conocí en la Facultad de Medicina, éramos compañeros del mismo año. Susana aparece en Ensenada a principios del año ’74. Comienza a militar en el barrio de Villa Detri, o sea, atrás de lo que sería el Club Caboverdeano. En la calle Remedios de Escalada no había asfalto era toda una zona de villa y ahí se había instalado una Unidad Básica, en Remedios de Escalada y Alberdi. Susana viene con un grupo de chicas y muchachos de la universidad. Ella originariamente había estado en grupos católicos y creo que había pasado por la JUP antes de llegar al barrio. Tenía algunos problemas de familia porque el padre era suboficial del Ejército y en algún momento nos contó que era alcohólico: su hermana y ella tuvieron muchos conflictos con el padre. Y su madre era una mujer fantástica; la conocimos porque muchas veces vino al barrio y apoyaba a sus hijas totalmente aún en actividades militantes. Susana fue una militante muy comprometida aquí en Ensenada, comprometida con el barrio. Cualquiera que tuviera un problema de salud, familiar, lo que fuese, a la primera que recurrían era a ella que estaba en la Unidad Básica. Tenía características sumamente solidarias, era muy humilde, simpática, también muy despierta, contagiaba su entusiasmo al resto para hacer las cosas y la gente la había integrado como una más, la reconocían como una líder. Organizaba las fiestas de los chicos para sus cumpleaños. Si había un casamiento era la primera que invitaba; en el casamiento si se largaban a bailar era la primera en bailar; bailaba con todos los mamados que estaban ahí, con todos los del barrio, realmente tenía una llegada a la gente que era bárbara (…) Una vez un grupo de la CNU quisieron tomarnos la Unidad Básica y con Tato Taramasco –ver su registro-, que por aquellos años también estaba militando en Ensenada y que en algún momento había sido la figura de la J.P. de esta regional, regional VII, defendimos la Unidad Básica con un par de armas que nos pasaron unos policías que vivían en el barrio, sus armas reglamentarias. Estuvimos un par de horas de un lado para otro, hasta que finalmente el grupo de la CNU que quería tomar la U.B. se fue. Hoy suena extraño, pero los policías eran gente del barrio, que venían a la Unidad Basica, que íbamos a sus casas a tomar mate, hablábamos de política y nos reconocían como buena gente y en nosotros confiaban. En un momento cuando le planteamos la situación nos dieron sus armas porque ellos también se sentían parte de esa Unidad Básica. Esto fue a principios del año `74 (…) Después la cosa se puso difícil y volviendo a Susana: Ella seguía cursando, estaba en 4º año de Medicina y hacía la guardia en el Hospital Melchor Romero. Ella era amiga de algunos muchachos que trabajaban en el comedor universitario y cuando sobraba le preparaban unas 50 raciones de comida y ella se las traía en una bicicleta con un carrito de La Plata a Ensenada y así teníamos unos 40 ó 50 pibes y alguna mujer embarazada a los que les daba de comer en la U.B. después del mediodía, como a las dos de la tarde, cosa que no era habitual en esa época. Susana tenía una voluntad enorme y si bien era muy humilde también era dura con la gente del barrio, cuando la gente del barrio se comprometía con hacer algo y no lo cumplían. Susana los apretaba y les preguntaba porque no habían cumplido; les pedía explicaciones a los compañeros. Muchas veces uno dejaba pasar ciertas situaciones y ella decía que no había que dejar pasar nada, porque era una desviación de esa gente y que había marcarles las cosas. Pero lo hacía con una simpatía, con una alegría en la cara que parecía que nunca se enojaba. Podía estar muy enojada pero nunca la veías enojada. De los compañeros que militaron en Ensenada no creo que haya habido un compañero con tanta inserción en un barrio como Susana, en ese sentido fue lo que más yo destaco. Susana cuando se va de Ensenada se asienta en un barrio obrero del Gran Buenos Aires y en una excursión al Tigre o a Luján se conoce con un muchacho chileno que estaba exiliado en nuestro país, forman pareja y queda embarazada de él. Hoy Susanita vive en La Plata, en la misma casa donde vivió su madre”.