Datos aportados por la sobreviviente Eva –Evita-Leguizamón, su hermana, ex detenida política. “Me secuestraron en Merlo (provincia de Buenos Aires) junto a otros familiares y nos llevaron al Pozo de Bánfield. La historia comenzó luego del asesinato de dos de mis 10 hermanos: Pochi, de 23 años y Rubén de 17, que era montonero y militaba en la Unidad Básica del barrio que estaba enfrente de casa. En esa época yo tenía 23 años y cinco hijos chiquitos, porque me había casado a los 15. Mi marido no me dejaba militar, entonces, cuando él se iba, yo me cruzaba a las reuniones. Mi militancia fue a escondidas, era una especie de vocera, y cuando se secuestraba mercadería, yo iba a los barrios y le decía a cierta gente conocida donde iban a parar los camiones. Me acuerdo que una vez habían secuestrado un camión con acoplado, lleno de delantales, yo llevé a mi mamá porque ella era muy pobre y tenía hijos chicos. Había mujeres compañeras armadas custodiando el camión. Fue muy impactante. Mis hermanos trabajaban en la planta de Libertad (provincia de Buenos Aires) de Coca Cola, uno era fletero y el otro ayudante del camionero, fueron a trabajar y no volvieron más. Al tercer día, un compañero al que le decían ‘El Turco’, vino a avisarnos que habían caído en Lomas de Zamora, así que fuimos al hospital (…) Cuando enterraron a mi hermano más chico, Rubén, a mí me agarró mucha bronca, me agaché para tirarle la tierra y dije: ‘Rubén dame sangre de montonera para matar a estos hijos de puta’” (…) Otra noche en su casa, Eva Leguizamón no la pasó mejor: “Entonces salté de la cama descalza, me paré en la puerta y grité: ‘no tiren, no tiren que hay chicos’. Yo traté de cubrir la puerta porque los tiros eran cada vez más fuertes y cuando salí me encontré con un soldado; me pegaron un culatazo con el arma… ‘Esta es la negra montonera’, dijo uno. Me agarraron de los pelos, me pegaron hasta hacerme sangrar la nariz y me arrastraron hasta la vereda. Había por lo menos cuatro camiones del Ejército. Según cuenta mi hija, a los chiquitos, los habían levantado de la cama de mi mamá y llevado hasta la cama de mi hermano Rubén, el montonero. Él tenía un cuadro de Evita bien grande, con el rodete y traje gris. Mi hija cuenta que vino un soldado, miró el retrato y dijo ‘Perdoname Evita’ y con la culata del fusil lo rompió haciendo caer los vidrios arriba de los chicos. Nos llevaron apilados en un camión a mí, a mi tía, a mi tio, el marido de ella, a mi esposo también y a dos de mis hermanos. Cuando me torturaban y me hacían preguntas yo solo les contestaba que tenía cinco hijos chiquitos y ellos me gritaban: ‘¿Puta de mierda ¿quién va a cuidar a tus hijos?’ El de la máquina de escribir se cansó de que yo no contestara nada y me mandó a ‘ablandar’. Me llevaron a otra habitación y me subieron a una cama con las manos atadas y me violaron. Dos, tres veces, no sé quienes, no sé cuántos. Se reían. Pero yo nunca les dije nada. ‘¿Y te pareció lindo lo que pasaste?’, me interrogaba de vuelta el milico, y yo no contestaba nada. Entonces otra vez lo mismo. Esa noche, distintas personas me violaron de vuelta cada dos horas, como seis veces (…) Nos juntaron a los siete familiares secuestrados, nos subieron a un camión y nos llevaron a mi casa… ¡Hasta la puerta de mi casa nos trajeron de vuelta! Estaba todo el barrio, los chicos llorando. Ahí salimos camino a Luján. Así como estábamos, sin lavarnos ni cambiarnos. Mi marido tenía una vírgen de Luján grande. La ató al cochecito de uno de mis hijos. Mis primos manejaban los coches. Mi papá nos agarró a todos los que habíamos ido y nos dijo: ‘Acá nos olvidamos de todo lo que nos pasó’. Hicimos un pozo, metimos las armas que habían, los libros de Evita y todo lo que podía identificarnos como peronistas. Recién en 2005 pude hablar y contar lo que me había pasado. También hicimos la denuncia. ¡Rubén y Pochi Leguizamón, presentes!”. No hay fechas ciertas del asesinato de sus hermanos por las fuerzas represivas debido a que no figuran en el texto de donde está tomado el presente relato (“Testimonios del Terrorismo de Estado en Moreno y Merlo”) y tampoco en el escrito oficial “Informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas-CONADEP”.