En la foto con Perón. Ojos claros, mirada penetrante, gesto erguido. El Suboficial Mayor –retirado- Andrés López nació el 17 de julio de 1923 en lo que él mismo caracterizaba como “el conventillo más grande Buenos Aires”, ubicado en Cochabamba 2335 del barrio porteño de San Cristóbal. Allí vivió con sus cinco hermanos y sus padres españoles, rodeado de la pobreza, que lo llevó a ser lustrabotas y canillita antes de engancharse en el Ejército. Hizo su carrera como suboficial y recibió dos tiros, en una mano y en una pierna, en los acontecimientos de la asonada militar de 1943. Luego de ser operado lo derivaron del Hospital Pirovano al Hospital Militar. Allí apareció el Coronel Perón a visitar a los heridos, le dio la mano izquierda ya que tenía vendada la derecha y le regaló una pequeña insigna que como oficial llevaba puesta. Además, López fue distinguido con una medalla de plata por esa acción bélica. Desde ese momento adhirió a la causa de Perón. En febrero de 1954 encabezó una expedición al Aconcagua, al frente de un grupo de militares peronistas, quienes colocaron en la cima los bustos de Perón y Evita (luego retirados y pulverizados por el gobierno de facto de Aramburu). López, fue Jefe de la Custodia del Presidente Perón entre 1951 y 1955. El 16 de junio de 1955, cuando ocurrieron los bombardeos, estaba a cargo del destacamento militar de la residencia presidencial de la Avenida del Libertador y Agüero. Recibió orden de retirarse del lugar debido a que la aviación sublevada iba a llegar con su carga mortífera en cualquier momento. Se negó a cumplir esa orden y alistó a su gente para defender el lugar como si estuviera Perón. Tres aviones en diferentes tiempos fueron por ese objetivo, los enfrentó con fusiles y ametralladoras pesadas en un combate a todas luces desigual. Y cuando se quedó sin balas siguió tirando con su pistola reglamentaria. Los atacantes debieron retirarse sin cumplir con su objetivo y criminalmente lanzaron bombas por el vecindario. Andrés López, una vez destituido Perón en septiembre de 1955 se sumó a la Resistencia Peronista. Participó en la fracasada revolución del General Juan José Valle en junio de 1956, para luego asilarse en la Embajada de Haití de donde fue sacado a punta de revólver por los militares “gorilas” para fusilarlo; pero la intervención oportuna del propio embajador haitiano Jean Brierre y su señora esposa, lo salvaron de una muerte segura al ser rescatado de una unidad militar. Lo sacaron en su auto diplomático y pudo partir hacia Caracas, Venezuela. Allí compartió dos años con Perón, viviendo en el mismo departamento. Una anécdota graciosísima cuenta de aquella convivencia forzada: “Un día viene Perón y me dice, ‘Le voy a dar un consejo, López. Cuando vaya al baño a tirarse un pedo oprima el botón, pero hágalo justo en el momento en que se lo tira’. Desde 1957, en que recibí ese consejo, que lo hago. Creámelo, hasta el día de hoy que lo hago”. Luego amnistiado volvió a la patria. Decía que: “Con Perón nos escribíamos constantemente. Cuando murió, me cambié tres veces para ir al velorio, pero no pude salir. No lo quería ver en el cajón. Para mí, nunca murió. Perón era un hombre extraordinario, un patriota, un hombre que vivía pendiente de los problemas de su pueblo, que fue muy austero, que pasó necesidades en el exilio, aunque muchos no lo crean; conmigo vivía en un departamento prestado con muebles prestados”. Al cumplirse 50 años de los cruentos bombardeos (350 muertos; 1000 heridos), en el año 2005, fue reconocido públicamente por su lealtad y valentía, en un acto organizado por la Conferación General del Trabajo (CGT) en su salón de actos “Felipe Vallese” de la calle Azopardo. Estaba por cumplir 93 años cuando aconteció su muerte el 1° julio de 2016; el mismo día y el mismo mes que el General.