Su apellido materno era Bullrich. Había nacido un 12 de junio de 1954 en Capital Federal. 22 años al momento de su secuestro y desaparición ocurrido el 19 de noviembre de 1976 en la vía pública a la altura de Tribunales pero por avenida Callao en inmediaciones de su trabajo entre las 14 y las 16 hs. Hay sospechas y certezas por partes iguales, de que pudo pasar por el CCD ESMA antes de su asesinato. Ella era trabajadora judicial en el fuero comercial y estudiante universitaria. Delegada gremial y militante peronista y montonera. Luego de su desaparición forzada, se dispuso su cesantía por “abandono de servicio”, el 2 de marzo de 1977. Una infame canallada. Más información: “Hace tres años, en el Juzgado 15 del fuero Comercial, arrancaron una placa que recordaba a Carlos Malvino (ver su registro) y Julia Lozano Bullrich, desaparecidos durante la última dictadura cívico-militar. El gremio denunció el hecho y la Cámara Nacional Comercial se negó a investigar. Esta semana se realizó un acto de desagravio y se repuso la placa. Las sospechas apuntan al titular del juzgado. Sucedió hace casi tres años y nadie lo investigó. Manos anónimas arrancaron del interior del Juzgado Comercial 15 en el tercer piso del edificio de Callao 635 una placa en memoria de Carlos Malvino y Julia Lozano Bullrich, dos estudiantes de derecho de la UBA que trabajaban en Poder Judicial de la Nación cuando fueron secuestrados y desaparecidos poco después del golpe militar de marzo del ’76. Lozano Bullrich tenía 24 años (sic) y era delegada sindical. Malvino tenía 22 años. Ambos militaban en Montoneros. Ex compañeros y empleados judiciales reclamaron a la presidencia de la Cámara Nacional Comercial que iniciara una investigación. No hubo respuesta. Cansados de esperar, esta semana decidieron congregarse en el tribunal para colocar una nueva placa. Las sospechas apuntan al titular del juzgado, Máximo Astorga. El relato de los empleados lo describe como un ‘tipo problemático’. Denuncian que ‘suele presionar a los empleados durante las medidas de fuerza convocadas por el sindicato’ y que ‘fue fotografiado arrancando carteles gremiales’. Julio Piumato, el titular del gremio de los judiciales, sugiere que ‘la filiación de Astorga tal vez lo haya puesto en el camino del odio’. Su padre es coronel retirado y prestó servicios durante la última dictadura. (Por otro lado) Julia desapareció el 19 de noviembre del ’76. Había ido a almorzar luego del trabajo con un compañero. Suponemos que fue detenida y secuestrada durante un control de las Fuerzas Armadas. Nunca volvimos a saber de ella. Tampoco de Álvaro Colombo Sierra (ver su registro), el compañero que la paso a buscar y que también está desaparecido”, cuenta Santiago Lozano, el hermano de Julia. Hubo varios hábeas corpus. Todos fueron rechazados. La familia tenía parentesco con la esposa de José Alfredo Martínez de Hoz. Hicieron averiguaciones. Tiempo después, un sacerdote se comunicó con la familia. El padre de Juliana asistió a la cita. ‘Le dijo que muy probablemente se hubiera cometido un error, que lo único que se podía hacer era rezar’, recuerda Santiago. Los fiscales de las unidades que investigaron desapariciones forzadas nunca pudieron determinar qué sucedió con ella (…) Julia y Carlos, al igual que el resto de los desaparecidos, deseaban un país más justo, más soberano y más libre. La convicción fue tanta que les costó la vida. Las placas son una forma de sostenerlos en la memoria y en el corazón de los judiciales”, señaló Piumato”. (Socompa Noticias. 16-11-2018. “Robo a la Memoria”).