Roberto
Baschetti

Maggio, Horacio Domingo

Nació el 5 de enero de 1948. Ex alumno del Colegio Nacional de Santa Fe. Hincha de Colón por prédica de su abuelo. Se casó con Norma Valentinuzzi, profesora de expresión corporal del liceo municipal y bailarina, cuando ya trabajaba en el Banco. Con ella tuvo dos hijos; Facundo (ahora cantante y percusionista) y Ana María (actualmente médica pediatra). No había manera de escapar a la cargada y a su destino de narigón: para todos sus compañeros siempre fue “El Nariz”; ese muchacho decidido, delegado general bancario, miembro de la comisión interna del Banco de la Provincia de Santa Fe en su casa central (1972-1974) y miembro de la Juventud Trabajadora Peronista (JTP). Venía de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Milita en el peronismo y profundiza su compromiso en Montoneros. Una anécdota que aportan sus compañeros de militancia: “Cuando le allanaron la casa en 1975, se ve obligado a irse a Santa Fe con toda su familia, no podía asomarse por la ciudad, pero como él quería recuperar cosas dejadas en su casa allanada, volvió al mes y aprovechando que era carnaval y el corso pasaba cerca de la casa en cuestión, se disfrazó y entró sin problemas recuperando lo que necesitaba”. De allí otro de sus sobrenombres: “Polichinela”. En la tarde del 15 de febrero de 1977, una ex montonera que era la amante de Chamorro en la ESMA, la “Coca” Bazán, lo “marcó” y el pusilánime de Astiz con otros, de esos que son “valientes” cuando van de a muchos y armados, lo secuestró cerca de Plaza Flores. Fue llevado a la ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada) y torturado. Pero Maggio como buen militante encarcelado siempre pensó en fugarse. Y la oportunidad se le presentó el 17 de marzo de 1978. Un oficial de Marina le asignó un guardia para que lo acompañara a enviar unos sobres por correo fuera de la ESMA. “El Nariz” lo convenció a su custodio a que fueran al centro para hacer el encargue. Llegados allí, le dijo a éste, que como resultaba difícil estacionar y para no perder tiempo, se fuera a dar una vuelta a la manzana en tanto él, completaba el trámite de envío de correspondencia; el otro aceptó y todavía debe estar dando vueltas …. Maggio escapó y no sólo se reintegró a la lucha de los Montoneros, sino que además denunció a nivel local y mundial las aberraciones y atrocidades que se consumaban en la Escuela de Mecánica de la Armada. Envió cartas con su firma al embajador de los EE.UU. en Argentina Raúl Castro; a los monseñores Aramburu, Primatesta y Zaspe, al propio dictador Videla, a los mandos militares, los sindicatos, los dirigentes políticos, al staff del Ministerio de Relaciones Exteriores, al Secretario de Naciones Unidas (ONU), a Amnesty Internacional y a toda la prensa extranjera; muchos miraron para otro lado. En las cartas denunciaba su propio secuestro y otros hechos aberrantes como el secuestro de las monjas francesas y el de Dagmar Hagelin. Inclusive tuvo tiempo y agallas para, provisto de cospeles telefónicos, llamar desde lugares públicos a sus ex captores y verdugos de la ESMA, para asegurarles que, en sus futuros próximos, había un juicio de Nüremberg –como espada de Damócles- sobre sus cabezas; y convengamos que no estuvo tan errado al respecto. Inclusive le pidió a su amigo José Luis Taboada –cosa que este hizo- que desde un teléfono público llamara a su Vieja: “Soy Horacio. Llamá a mi mamá y decile que el pájaro voló. Simplemente eso: El Pájaro Voló”. (Y así lleva por título un documental sobre su vida y militancia que se estrenó en 2019). Fiel a su compromiso de luchar contra la dictadura militar, Maggio fue uno de los ejecutores del Subsecretario de Coordinación del Ministerio de Economía, Miguel Padilla, hombre de confianza de Martínez de Hoz, el 11 de abril del mismo año (1978). Lógicamente, para la represión fue el hombre a matar, a destruir, a callar para siempre. El 4 de octubre de 1978, “El Nariz”, fue acribillado por el Ejército, luego de un enfrentamiento. Al quedarse sin municiones, se replegó a una obra en construcción en la localidad bonaerense de Chilavert, y desde allí la emprendió a cascotazos contra los milicos, forzando así su propia muerte ya que no pensaba caer con vida nuevamente, sabiendo lo que le esperaba. Su cuerpo inerme y desfigurado fue llevado a la ESMA y el sanguinario oficial de Marina Jorge “Tigre” Acosta, obligó a los ex montoneros reducidos a servidumbre a ver con sus propios ojos, que fin tendrían, si pensaban en escaparse. Una de las presentes, Susana Jorgelina Ramus, escribió luego: “Nosotros, pobres pájaros heridos de alas rotas ya no queríamos cantar, no queríamos hablar pero allí los deseos no podían cumplirse / habíamos perdido la lámpara de Aladino y todo lo que intentáramos estaba destinado al fracaso como tu huida, Horacio Maggio, alias “Nariz”, querido amigo / qué te hicieron porque tenías la frente así aplastada y el cráneo hundido y todos pasamos frente a tu cadáver exquisito y no podíamos llorar entonces / por eso te estoy llorando ahora/ porqué está bien que quisieras volar, al menos lo intentaste”. Cabe acotar que la carta-denuncia que confeccionó cuando escapó de la ESMA, estuvo precisamente ahora (noviembre de 2018) exhibida en una vitrina a disposición de la lectura de los presentes, en el mismo espacio, ahora recuperado, en manos de organismos de DD.HH.