Roberto
Baschetti

Magirena, Juan Carlos

Dejemos que hable su hijo Ariel Magirena; todos vamos a entender. “Lo del ‘Micho’ tiene enorme ligazón con mi propia experiencia de hijo de un militante peronista y montonero. Durante mucho tiempo evité declarar las culpas de la muerte de mi Viejo. Él no sufrió la tortura ni el exilio, pero puedo atestiguar dolorosamente lo que le significó el golpe militar. Ese tipo alegre y entusiasta –un actor talentoso de una familia de teatro nacido en el picadero del circo de los Podestá- que me contaba sobre el mundo que estaba por venir, se fue silenciando después de aquel día que lo ví llorar a mares, cuando murió Perón. Yo era muy chico entonces como para darme cuenta de lo que descubrí después y gracias a mi propia experiencia. Recuerdo patente dos anécdotas sintomáticas. En la primera había una pintada a toda pared en el galpón donde funcionaba su taller de carpintería (su otra actividad) que rezaba sin pudores ni dudas: ‘Montoneros-Viva Perón’, hasta el 24, tal vez 25 de marzo en que pasó a decir ‘Boca Campeón 1976’. La otra fue una tarde en la que nos pasamos enterrando libros en el fondo de la casa pobre en la que vivíamos solos desde que nos dejó mi Vieja. Tuve que descubrir después lo que significó para él su exilio interno y sobrevivir mientras sus compañeros huían o ‘desaparecían’. Por aquellos años lo dejé de ver y mi propia bronca me puso a militar con un grupito contracultural, donde sacábamos una revista en forma clandestina. Éramos 5 –yo que tenía 15 años después del Mundial del ’78; 2 de la ‘Fede’ y 2 de JP (todo lo que quedaba en pie por esos tiempos). Mi identificación estaba entonces con el lado marxista de la experiencia, tal vez por aquello de la competencia generacional con mi Viejo peronista. Años después con el vislumbre de la apertura democrática, yo me sumaría a la patota del Doctor Allende. Había vuelto a ver a mi Viejo y confieso que le cargaba tintas por su deterioro. Poco iba quedando de ese tipo culto, comprometido e inteligente al que admiraba y quería. Mi primera impresión de tristeza era la de su derrota en manos del alcohol, aunque seguramente estaría naciendo el cáncer que se lo llevó años después. Sospecho que nunca observó mi transformación (mi crecimiento político hacia el peronismo, yo digo sin bromas, pero en acto simpático, mi ‘giro a la izquierda’). En el 85’ fui expulsado del PI junto a otros compañeros por haber creado una corriente frentista (Intransigentes por el Frente) de la que fui el autor del documento fundacional cuando solo tenía 20 años. Fue cuando cambié la literatura marxista y conocí a los peronistas; que comprendí que la revolución es imposible sin su actor excluyente, la clase trabajadora, y que pretender que la clase trabajadora no es de izquierda porque no comprende, eso es petulante, es soberbio, es racista. Viviendo en una villa y con el fruto de mi trabajo no tenía ninguna duda de mi pertenencia de clase. El que tenía razón era mi Viejo, pero ya no estaba en condiciones de discutirlo conmigo”.