Nacida en Quilmes, provincia de Buenos Aires. Su infancia y adolescencia la pasó con su familia en Río Gallegos, provincia de Santa Cruz. Como su compañero Miguel Ángel Mariano Tierno (caído en combate; ver su registro) militó en la Juventud Peronista y Montoneros. Comenzó su accionar político en la Unidad Básica “Mártires de Trelew” y fue locutora de la radio “Grupo Cóndor” –actual Radio Provincial LU14- durante el gobierno de Don Jorge Cepernic en la austral provincia de Santa Cruz. También incursionó en la fotografía. Estuvo presa durante 6 años luego del golpe del ’76. Sometida a torturas y vejaciones mostró un temple extraordinario sin entregar a ninguno de sus compañeros; en caso de haberse “quebrado” la sangría de la organización hubiera sido más terrible aún. Al salir en libertad se exilió en Bélgica donde se recibió de bibliotecaria documentalista; en Bruselas trabajó en el Centro de Documentación de Información Latinoamericana. De regreso al país a fines de 1986, fue directora de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ). Fallecida en mayo de 2006, hoy y desde el 6 de diciembre de 2007, la biblioteca central de la UNQ lleva su nombre, en reconocimiento a su compromiso con el trabajo, sus ideales, la solidaridad con sus pares, su creatividad y su fuerza al servicio de una causa justa y noble, siempre imperecedera. Otro compañero del peronismo revolucionario fallecido, César Vivar, la recuerda así: “Me confirman lo que nunca quise escuchar: Laura Manzo falleció. Escarbo en la memoria de los ’70, en medio de arrebatados gritos por la ‘Patria Socialista’, noches de mate y discusiones tremendas. Entre esos recuerdos la figura de Laura tiene un lugar especial; por su modo de ser delicado, su cariño e inteligencia (…) y porqué no decirlo, era la más linda de las que frecuentaban la U.B. y también la más compinche con la diversión que estaba atada a la militancia. Con los años aciagos se la dio por muerta. Luego supimos de su valentía frente a la tortura. Con la apertura de la democracia conocimos sus denuncias contra el torturador Acdel Vilas y demás alcahuetes. Su trabajo en la Biblioteca y últimamente, de la enfermedad. Todas noticias muy fragmentarias, incluso sin trato personal, que sirvieron para que esa chica de los ’70 fuera adquiriendo otra dimensión en el recuerdo de los nostálgicos sureños. Solíamos decir hasta el cansancio ‘que a los compañeros no se los llora, se los reemplaza, hasta lograr la victoria final’. Pero no estamos en tiempo de esa victoria. Nos conformamos con un día, en una inmensa playa con sol, que nos encuentre con Viviana, con el Tony, con Jovito, con Mariano, con miles de amigos de los que supimos muy poco y ocuparon mucho en nuestra vida. Porque un día vamos a volver a juntarnos en una mágica esquina como la de Tucumán y Belgrano y todas esas nostalgias por lo que nos falta, por lo que no charlamos, por lo poco que supimos el uno del otro, van a ser reparadas. Quizás, así salgamos de este día con puños apretados y miradas perdidas. Hasta siempre Laura…”.