Nacido en Capital Federal el 3 de septiembre de 1907 en el seno de una familia pobre. Fue frutero en el mercado Dorrego. Revistó en el Ejército Argentino de donde se retiró con el grado de Sargento Ayudante. Autodidacta, a los 12 años ya leía a Marx en el tranvía; y a Wilde, Shaw, Salgari y Anatole France también. Su amigo Raúl Lagormarsino tiene una teoría bastante particular para justificar el hábito de la lectura en Marcos: “Siempre fue un cómodo y un malcriado, a veces pienso que leía, en parte, de lo molesto que le resultaba moverse”. Teoría que no parece tan descabellada si se sabe lo que una vez le escribió el compañero, a su tía Ina: “Voy a seguir en el Ejército: sueldo seguro, jubilación y poco trabajo (…) con un par de pesos para darme un gusto, un buen libro y una pebeta que me quiera, el mundo es mío…”. Inútil para cualquier tarea manual se destacaba como un gran charlista y conversador en donde desarrollaba a pleno dos de sus “vicios” más característicos: beber y fumar. César Marcos fue integrante y conspicuo colaborador del Instituto de Investigaciones Históricas “Juan Manuel de Rosas”. Su pasión por lo americano lo lleva a ponerle a su hija Mercedes de sobrenombre “Ñusta” (princesa inca). Luego de la revolución nacionalista de 1943, fue designado un año más tarde, Director General de Espectáculos Públicos y secretario del Instituto Cinematográfico. Fue asesor del diputado John William Cooke cuando éste se opuso a la firma de las Actas de Chapultepec propiciadas por los Estados Unidos. En 1954 es uno de los más estrechos colaboradores del Gordo en su revista “De Frente”. Caído Perón en 1955 fue uno de los mentores del Comando Nacional Peronista (CNP), lo que le valió cárceles y persecuciones. Fábrica por fábrica, barrio por barrio, casa por casa, igual iba con otros compañeros tejiendo la Resistencia. Supo decir: “Allí siempre había una cocina amiga donde tomar unos mates y un sitio seguro donde poder aguantar si era necesario. ¡Las cocinas que hemos conocido! En esos años, el que más o el que menos, los trabajadores ya tenían su casita y su cocina hospitalaria, abrigada en invierno y fresca en verano. Cocinas alegres, limpitas, con su heladera en un rincón, la mesa con el hule, las sillas acogedoras. Y el mate o una cervecita helada, y a veces en ese entonces, claro, la carne para el asadito en el fondo. No se hacer poemas, pero sugiero ese pequeño homenaje que todavía no se ha rendido a las cocinas humildes, de nuestras barriadas, que fueron verdaderos fortines del Movimiento Peronista. Allí se realizaban las reuniones con los compañeros barriales, se distribuía la propaganda, se establecían enlaces, se programaban las pintadas, se planeaba la acción. Allí nos reuníamos, en el ámbito mimético de las cocinas, donde todos son iguales y se confunden, donde nadie llama la atención, como en una gran familia”. Apresado en junio de 1956, sufrió un simulacro de fusilamiento por parte de sus captores. Marcos siguió firme en la lucha, desde la cárcel de Caseros fundó y fue editorialista del diarito resistente “El Guerrillero” en 1957. Un año más tarde, no ve con buenos ojos una alianza electoral del peronismo con Frondizi: 800 mil peronistas que votan en blanco como él, demuestran –a la luz de lo sucedido luego- que no estaban equivocados. A partir de los primeros años de la década del ’70 dio su apoyo a la Juventud Peronista (JP) ya que consideraba que era la única que por su combatividad y desprendimiento podían salvar al Movimiento Nacional Justicialista. Para Fernando “Pino” Solanas –bajo cuya dirección Marcos interpretó a Pardal en “Los Hijos de Fierro”- “César nos ayudó mucho a profundizar nuestra inserción en el Peronismo”. También, enfrentó al lopezreguismo y fue muy crítico de la gestión de Isabel Martínez como presidenta. César Marcos falleció el 30 de abril de 1987. Recordando viejos tiempos, dijo con razón: “El mayor mérito de la Resistencia Peronista fue que logró evitar otro Caseros. Consiguió mantener viva y que no se apagara esa pequeña llamita del Peronismo que luego volvió a iluminar fuerte. Eso nos ahorró medio siglo o más de olvidos y de volver a empezar…”.