Los hechos más relevantes de su vida, en lo político y social, son contados por Ana T. Lorenzo de este modo: “Las hermanas Márquez – tres maestras y una enfermera- eran de una humilde familia de Junin, vecinas de Doña Juana Ibarguren y sus hijos (entre ellos, Evita). Poco después de asumir la presidencia el General Perón, Evita hizo que las Márquez se instalaran en Buenos Aires. María Elena, la mayor, fue una de las míticas censistas que dieron origen al Partido Peronista Femenino. A partir de ese momento, combinó el ejercicio de la docencia con una intensa militancia política. Producido el golpe de 1955, María Elena se incorporó inmediatamente a la resistencia junto a dirigentes obreros y políticos como César Marcos, Raúl Lagomarsino y Miguel Gazzera. Solía decir décadas después, en secreto, que guardaba los panes de trotyl en el armario de la escuela… Su participación en diversas acciones es elogiada en el libro de Vigo dedicado a la Resistencia Peronista; ella era valorada por su entrega, sigilo, discreción y eficiencia. Integró uno de los grupos de apoyo al intento de Juan José Valle, el 9 de junio de 1956 y, como consecuencia, fue cesanteada en su cargo de maestra de grado, encarcelada varios meses y luego se le permitió salir del país, por lo que estuvo exiliada en Chile durante dos años. Tiene otro mérito: fue la única mujer presente en el momento de la fundación de las 62 Organizaciones Peronistas. Se opuso, como muchísimos otros, al pacto Perón-Frondizi y por lo tanto, fue uno de los miles de votos en blanco en aquellas elecciones de 1958. Un año más tarde fue reincorporad a a la docencia gracias a la acción de Clotilde Sabatini de Barón Biza, la hija de Amadeo Sabatini, por entonces presidenta del Consejo Nacional de Educación, quien implementó el Estatuto del Docente, que acababa de ser sancionado por el Congreso. María Elena siempre reconoció este gesto de amplitud y afirmaba que, junto con ella, habían sido reitegrados casi todos los docentes peronistas que, en gran número, habían sido echado de sus puestos por los ‘fusiladores’ Aramburu y Rojas. A principios de los sesenta, fue seleccionada entre todos los docentes de la ciudad de Buenos Aires para participar de una experiencia pedagógica novedosa; las escuelas de jornada completa. Y, desde una de ellas, desplegó su inmensa capacidad didáctica hacia sus alumnos y formó gran cantidad de maestros jóvenes que se integraban al sistema. Simultáneamente, se desempeñó como maestra de adultos. Su denodada militancia le impedía participar de los concursos de ascenso en la carrera; tampoco lo deseaba porque prefería permanecer en contacto con los chicos. En 1972, participó de la constitución de la Comisión de Educación del FREJULI (Frente Justicialista de Liberación Nacional) en la que trabajó intensamente. Fue candidata a diputada nacional en las elecciones del 11 de marzo de 1973 aunque no fue electa. Sus compañeros empapelaron escuelas y paredes con un afiche que decía: ‘una maestra peronista al Congreso’. Durante la última dictadura logró conservar su cargo en la escuela ‘República del Paraguay’, pero se dedicó a ayudar a compañeros para que salieran del país. Convocaba a docentes peronistas a seguir agrupados; muchos recuerdan que, por sus gestiones, varias de esas reuniones se hicieron en la Casa de Nazareth, de la Iglesia Santa Cruz. En abril de 1983, participó de la preparación del Primer Congreso de Cultura y Educación del Justicialismo, organizado por la Comisión del mismo nombre del Partido Justicialista que comenzaba a reorganizarse. Dicho congreso reunió más de 1.700 compañeros de todo el país; en él fue electa secretaria redactora de la comisión referida a la situación de los docentes. Falleció en 1986, después de una larga y difícil enfermedad a la que enfrentó con su dignidad de siempre”.