Mena, Enrique Manuel

Porteño nacido en San Telmo, a los 17 años ya estaba viviendo en el “Jardín de la República” y trabajando en la zafra. Estaba casado con Olga Carabajal. Dirigente barrial con un efímero pasado en el comunismo vernáculo del cual abjuró cuando vio que las conquistas obreras eran patrimonio del peronismo y precisamente el Partido Comunista (PC) boicoteaba su acción de gobierno. Luego de la caída de Perón en septiembre de 1955 organizó en Tucumán un grupo de la Resistencia Peronista que se denominó “Comando 17 de Octubre”, y rápidamente tomó contacto con el Comando Nacional Peronista porteño, cuyas máximas figuras eran John William Cooke, César Marcos y Raúl Lagomarsino. El “Gallego” Enrique Manuel Mena fue el mítico Comandante Uturunco que al mando de una guerrilla rural peronista que tenía el mismo nombre (Uturuncos) asaltan la comisaría de Frías (segunda población de importancia en Santiago del Estero) en la madrugada del 25 de diciembre de 1959 con una ametralladora de madera. En sus mangas llevan unos brazaletes que los identifican como Movimiento Peronista de Liberación (MPL): se llevan 5 pistolas reglamentarias, 6 revólveres calibre 38, 500 proyectiles y $ 750 de los viejos. La acción desplegada llenó de esperanza al pueblo que hasta inventó una copla folclórica para celebrar el acontecimiento: “El Jefe Uturunco viene, por los Valles de Tafí, la Patria lo espera y tiene, un corazón y un fusil…” Con motivo de esta y otras acciones es detenido más tarde. Pasa por los presidios de Ushuaia, Santa Rosa y Resistencia. El Tribunal de Guerra Militar –en base al Plan Conintes (Conmoción Interna de Estado)- lo condena a siete años de cárcel, de los cuales sólo cumple menos de tres ya que se fuga del hospital carcelario del Chaco adonde estaba alojado al formársele una hernia inguinal. Viaja en secreto a Cuba y entre febrero y abril de 1963 se entrevista en La Habana con Ernesto “Che” Guevara con el fin de llegar a un acuerdo sobre el curso de la guerrilla en Argentina. Ese acuerdo no llega. De vuelta a la Argentina y ya amnistiado, se fue a vivir a San Justo, provincia de Buenos Aires, donde en un pequeño terreno adquirido en un barrio proletario, construye su casita con sus propias manos. El Sindicato de Luz y Fuerza le dio refugio en un cargo administrativo: ese era su único ingreso. Mena murió producto de un cáncer, en la más absoluta pobreza, la noche del 14 de junio de 1969, el mismo año en que otros albores revolucionarios nacían en nuestra patria. Lo enterraron en el cementerio de Ezeiza en la provincia de Buenos Aires. El abogado defensor de presos políticos Edwin Eric Tissembaum que lo conoció, dice sobre él: “Con escaso secundario cursado, su activa militancia desde joven y su nutrida lectura, le habían dado una considerable solidez ideológica, que lo hacía destacarse de entre sus interlocutores. Además, era un inclaudicablerevolucionaio (…) En el café ‘La Esquina’ de Villa Fiorito, el gallego Mena, los viernes al atardecer comenzaba las largas conversaciones con algunos trabajadores ferroviarios y municipales, a quienes transmitía sus esperanzas de pronto retorno del caudillo y el convencimiento de que solo la lucha armada de la clase obrera podría crear las condiciones necesarias. En muchas oportunidades los sorprendía la madrugada protagonizando profundos debates en los que la ginebra no era ajena. Las tardes del domingo las reuniones se hacían en ‘Villa Carlos Gardel’ de Ezeiza, con algunos metalúrgicos, otros municipales y algunos obreros de la carne. Si el día se prestaba, lo hacían en inocentes partidos de bochas o bien en mesas de truco muy conversadas”. Cuentan que cuando Mena cayó detenido, el entonces gobernador tucumano Celestino Gelsi lo increpó a él y sus compañeros tratándolos de “subversivos” y “asesinos”, La digna respuesta del “Gallego” Mena dio por terminado con el monólogo del ejecutivo provincial: ¿Subversivos por luchar contra quienes derrocaron un gobierno constitucional? ¿Asesinos por combatir a quienes fusilaron a sangre fría a militantes peronistas?