“Pescadito”. “Beatriz”. “Esther”. “La Pata”. “Yenka”. “Petisa”. Militante montonera. Nacida en Godoy Cruz, Mendoza, el 22 de agosto de 1952. Nadadora federada. Era la novia de Luis Roque Moyano (ver su registro), asesinado por la dictadura militar en noviembre de 1976 en San Juan. Ante esta situación, Ana María escapa a su ciudad natal. Allí fue secuestrada el 8 de abril de 1977. Ocurrió cuando acudió a una cita con un compañero (presumiblemente Billy Lee Hunt. Ver su registro) y un operativo de policía provincial y ejército trató de interceptarlos en la calle; ambos se resistieron, ella herida en una pierna, desangrándose, logra colarse en la Iglesia de Nuestra Señora de Fátima, en donde es desarmada por el cura párroco y entregada al Ejército. Dos días más tarde en una ambulancia del Ejército Argentino su cuerpo inerme fue depositado en el Cuerpo Médico Forense, quien dictaminó como causa de su deceso: “herida cardíaca por proyectil de arma de fuego”. En rigor a la verdad tenía en su cuerpo tres orificios de bala: el de la pierna derecha, otro debajo de la clavícula izquierda y un tiro en la sien. Al momento de su caída se manejaba con un documento adulterado a nombre de Graciela Beatríz Luján. Secundaria realizada en el colegio mendocino “Martín Zapata” donde obtuvo uno de los mejores promedios. Estudiante de Letras en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo, en marzo de 2006, la fotografía de Ana María fue expuesta para un homenaje que le brindó la Facultad de Artes de esa provincia, en un nuevo aniversario del golpe cívico-militar del ’76. “Ana era mi compañera de estudio. Era una chica hermosa que estudiaba Letras. Recuerdo que recitaba en francés, que escribía poemas, que tocaba la guitarra y que era excelentísisma alumna”, nos recuerda su amiga y compañera de estudios, Graciela Jam. Eloy Camus, nieto del ex gobernador peronista sanjuanino con el mismo nombre y apellido, recuerda que, a principios de 1977, él seguía militando en la UES y deseaba sumarse a la resistencia montonera pese a su corta edad. Ana María quería preservarle la vida y no lo dejó. Le dijo: “Cuando sea el momento, yo personalmente te vendré a buscar y juntos haremos la revolución, te aseguro con todo el dolor que hoy tengo (acababan de matar a su compañero), que vamos a ganar, estos hijos de puta no podrán contra el pueblo”. Estas declaraciones guardan el mismo sentido y dirección que las que brindó a sus padres, cuando había vuelto a Godoy Cruz corrida de Mendoza: “Nosotros le pedimos que dejara, que ninguna causa por trascendental que fuese podía ser más importante que su propia vida, que no valía la pena seguirse arriesgando porque la iban a matar. Y por supuesto no nos hizo caso. Ella nos respondía que si eso sucedía no importaba, otros tomarían su lugar, que no había posibilidad de una salida individual, que estaba en juego el destino del país por lo que era necesario cualquier sacrificio. Y ella estaba dispuesto a hacerlo”.