Roberto
Baschetti

Mórtola, Raúl Oscar

Natural de Bella Vista, Corrientes, una hermosa ciudad recostada sobre el río Paraná, que celebraba vistosos carnavales y donde en su adolescencia era conocido como “El Negro”. Allí había nacido un 16 de diciembre de 1948. En la escuela bellavistense todos recuerdan el despelote que se armó cuando junto a otros se declaró “paraguayista” y dijo que, en la Guerra de la Triple Alianza, “Mitre fue un asesino”. Fana de Boca Juniors solía decir que la escena favorita para él, de “El Eternauta” (escrita por su suegro), era cuando los invasores hacían polvo la cancha de Ríver. En Buenos Aires cursó hasta el segundo año del industrial en el colegio “Otto Krause”, hasta que se interesó por otras actividades que enriquecían su espíritu. Fue egresado de la Escuela de Bellas Artes y tomó parte de las luchas estudiantiles contra las dictaduras de Onganía y Lanusse. Fabián Domínguez y Alfredo Sayus en un texto inédito escrito en 2007 y que lleva por título “En la Ribera se pelea. La lucha sindical del puerto de Buenos Aires en las décadas del ’60 y ’70. El caso de los estibadores y los ferroportuarios” cuentan sobre la actividad villera de Mórtola. “Entre los integrantes de la J.P. que habían llegado a la Villa Argentina se encontraban, además del ya mencionado Nuñez, Raúl “Vasco” Mórtola, quien se presentó como Juan López Jordán. Lo que sedujo a los jóvenes de la villa de sumarse al grupo que llegó a ayudarlos fue la humildad, la solidaridad, el empeño y el trabajo por parte de los integrantes de la J.P., por lo que se sintieron atraídos por ese espíritu de aquella rama juvenil peronista. No siempre se veía un sentido político a la militancia, sino que pasaba por una cuestión social, de ayudar al otro, pero a la vez era impensable no hablar de política, pues se estaba en un tiempo prelectoral, con Perón que ya había vuelto, y con el Tío Cámpora como candidato”. Mórtola también participó de las actividades desarrolladas en el “Ateneo 20 de Junio” de la Juventud Peronista, ubicado en calle Tucumán 2625 entre la avenida Pueyrredón y Juan José Paso, en pleno barrio de Once. Uno de los ejes de la tarea militante que ellos desplegaban en la zona era el trabajo en inquilinatos, es decir, organizar a sus moradores a través del Movimiento de Inquilinos Peronistas (MIP). Primero militó en las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), luego en Montoneros con la fusión. En tal sentido entre otras tareas importantes estuvo a cargo de la seguridad del diario “Noticias”, donde era conocido como “El Negro Raúl”. “El Vasco” Mórtola era el compañero de Estela Inés Oesterheld (ver su registro). Como su mujer, era militante peronista y montonero. (En la foto que ilustra esta reseña, juntos). Su padre un acaudalado propietario lo fue a ver cuando estaba ya clandestino y todos los días caían compañeros y le llevó una valija con dólares para que se fuera a vivir tranquilo al extranjero, con su mujer y su hijo: se negó terminantemente. Cae en un tiroteo con las FF.AA. cuando van a buscarlo a su hogar en Longchamps, partido de Almirante Brown, suroeste del Gran Buenos Aires, el 14 de diciembre de 1977. Tenía 28 años. Estela es fusilada por los energúmenos pese a su embarazo de 4 meses. (Para más datos ver registro de José Martínez). Hombre extremadamente justo y repulsivo a las injusticias contra sus semejantes y sobre todo contra los demás débiles, cuentan Fernanda Nicolini y Alicia Beltrami en su excelente libro “Los Oesterheld” que, en un principio en su época de Bellas Artes, en su proto militancia, “El Vasco Mórtola era el más esquivo a las definiciones. Era la pulsión del artista, llevada al frente de combate. Usaba palabras como embute, sabía armar una molotov y no dudaba en tirarla contra un Ford Falcon para evitar que detuvieran a sus compañeros, como lo hizo durante una manifestación en Córdoba y Callao a la que habían convocado las diferentes facultades en lucha ¿De dónde sacó ese bombazo? ¿Dónde lo armó? Sus compañeros percibían que su formación estaba cruzada por algo más que la militancia en la escuela”. Sensación corroborada por una situación que se narra en el texto inédito antes citado y que se sitúa en el tiempo, en el segundo regreso de Perón a la Argentina el 20 de junio de 1973: “En la larga caminata, el grupo de Villa Argentina observa que un Ford Falcón los pasa por la banquina y se detiene a pocos metros de ellos. Bajaron unos hombres, que les solicitaron ayuda para empujar el vehículo y hacerlo arrancar otra vez. Allá fueron los muchachos, y entre ellos ‘el Vasco’ Mórtola, quien observó la presencia de varias armas largas en el asiento de atrás del Falcon. Mientras todos empujaban, él sustrajo una de las ametralladoras y le pidió el poncho a su mujer, Estela, para esconderlo debajo. A solo doscientos metros del palco, ya llegando al lugar donde se iba a desarrollar el acto central, ingresaron al sector que tenían asignado, pero en ese momento se les cruzó otra columna. Coincidente con el cruce sonó el primer disparo, y de inmediato otro y otro y otro y terminó siendo una lluvia de balas que no se sabía de donde provenían ni contra quién iban dirigida. ‘¡Al suelo!, ¡Al suelo!’, gritaban algunos, mientras muchos se tiraban cuerpo a tierra. Otros en cambio se lanzaban a correr hacia la dirección que les indicaba su intuición. En los árboles había francotiradores, y algunos de ellos fueron alcanzados por disparos certeros, mientras otros seguían disparando al bulto. Cuando se armó el tiroteo el Vasco se sacó el poncho, se puso rodilla en tierra y empezó a disparar hacia el palco, mientras los integrantes del grupo de la villa de Avellaneda empezó a correr”.