El “Gringo” Nadalich, nació en Barros Pazos, zona rural de Reconquista, provincia de Santa Fe, el 17 de junio de 1939. Tenía 7 hermanos. Imposibilitados sus padres por problemas económicos de enviarlo a la escuela secundaria, debió optar por la “educación a distancia”, aprendiendo contabilidad por correo. Agricultor en el campo y repartidor de leche en el pueblo. Dirigente del Movimiento Rural Católico, dependiente de la Acción Católica. Por su actividad en el mismo, tiene oportunidad de conocer la propuesta para América Latina en educación, del brasileño Paulo Freire. Militante y organizador de las Ligas Agrarias lucha permanentemente contra los monopolios, la oligarquía agropecuaria y sus capangas, la policía provincial. Al profundizar su compromiso, pasa a la clandestinidad y asume la lucha armada. Con 28 años de edad, se casa con la “Pola” (Blanca Rosa Ruíz), diez años más joven, con la cual tiene dos hijos. Al primero lo bautizarán Fernando, en homenaje a su amigo Fernando Vaca Narvaja cuadro político y militar de la organización Montoneros. Para alimentarse, trabajarán duro en un criadero de pollos. Con su mujer y otros compañeros van a Ezeiza, el 20 de junio de 1973, con motivo del regreso definitivo de Perón a nuestra patria. En el viaje de vuelta lo meten en cana en la Banda del Río Salí, pero la denuncia de la Juventud Peronista, de algunos partidos políticos y de sectores sociales progresistas obligan a liberarlo. Un conocido represor, Albornoz, lo saca de prisión a las dos de la mañana y le dice: “Yo te tengo unas ganas y no me voy a morir sin tenerte en mis manos. Ahora no puedo tocarte un pelo. Cuando fui a buscarte te saqué algo tuyo que es tu Biblia (Nadalich la había traído de un viaje a El Vaticano). Ya que tanto vos lees la Biblia –lo desafía el represor- vamos ya a hacer un contrapunto a ver quien sabe más sobre el tema”. Y allí estuvieron, versículo va, versículo viene, hasta que los sorprendió el amanecer. Era obvio que Nadalich y su familia no podían quedarse en Tucumán y parten para Orán, Salta, donde siguen su militancia y ahora, para sobrevivir dignamente, emprenden el cultivo de papas, en una finca perteneciente a Montoneros. Luego deciden instalarse en la ciudad de Corrientes, donde él trabaja en un reparto de sodas y bebidas en tanto trata de reorganizar la resistencia a los milicos y al gobierno títere de Isabel Martínez. Allí, en ese destino, lo sorprende la dictadura militar de Videla, Massera y Agosti. Sigue luchando. No vuelve de una reunión, en octubre de 1976; se presume que cayó combatiendo por los disparos y rotura de parabrisas que luego se encontraron en su camioneta de reparto, secuestrada y estacionada frente a la Jefatura de Policía. El lugar de encuentro fue en una capilla en construcción (la de San Pablo), donde se reunieron con la anuencia del cura párroco. Cuenta su compañera que antes de salir para aquella cita fatal, el “Gringo” le dijo: “Voy y vuelvo enseguida”. Y antes de salir le dio un beso a sus criaturas dormidas y le dijo, en forma premonitaria a su pareja: “Pensar que no los voy a ver crecer…”.