Nacido el 27 de junio de 1955. Caso único el del “Patito” Noriega. Su padre, oficial de la Marina de Guerra. Su tío igual, con el agregado de que fue el jefe de la escuadrilla aeronaval que bombardeó Plaza de Mayo el 16 de junio de 1955. Él, estudiante del Liceo Naval, hasta que un día se va del mismo y concluye su bachillerato en ua colegio secundario de 12 y 60 (La Plata), en tanto que en dicho lugar comienza a militar en el Movimiento de Acción Secundaria (MAS) de extracción peronista –que ayuda a fundar- y luego tras la fusión, en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES). Y de allí a la Juventud Peronista (JP) organizando la Unidad Básica “Capuano Martínez”, en la barriada humilde de Tolosa, localidad cercana a La Plata. Luego aumenta su compromiso con la causa popular y pasa a ser un soldado más del Ejército Montonero. El 12 de noviembre de 1975, ya proletarizado –obrero del Astillero Río Santiago, integrante de la Agrupación “Scalabrini Ortiz”, Lista Celeste- en cumplimiento de una tarea organizativa es interceptado por una “pinza” policial. Armado con una pistola Colt y una granada, logra pasar el cerco y refugiarse en una casa, pero ya estaba herido. Detectado por el enemigo, el “Pato” se resiste durante más de dos horas, causando una baja mortal a sus perseguidores (luego se sabe que es el hijo de un comisario), en tanto que otro de los sitiadores queda parapléjico. Muere cuando se le acaban las municiones. Sus compañeros de militancia, dos meses más tarde hicieron conocer este escrito: “Nos dimos cuenta de la manera más dolorosa, por las lágrimas de tu madre, que el no haber venido a dormir, no era el resultado de un error, sino la respuesta de tu consecuencia revolucionaria. No necesitabas morirte para demostrarlo. Sabíamos que hasta en eso ibas a cumplir. Lo demostrabas todos los días en tu militancia. En no haber aceptado los privilegios de tu clase, por la fábrica donde militabas, en la preocupación por tus errores, en tu rigor en la crítica, en compartir con nosotros tu amistad de veinte años. Vos no aguantabas las cargadas, aunque a veces sin querer te dañábamos. ¡Cuánto te jodíamos con tu paso por el Liceo Naval!, tu edad y tu falta de “calle”; tu cándida honradez te hacía sonrojar y nos terminabas puteando. Ahora nos cuesta imaginarte muerto porque siempre nos estabamos riendo o charlando, hasta de la muerte hablábamos y habíamos elegido la que vos tuviste, peleando. (…) Chau Pato, hasta la victoria”. Los militares marinos nunca le perdonaron “su traición”, aquella de dejarlos, asumir la causa de los desposeídos y pelear junto a estos para cambiar el sistema. Y le pasaron la factura. Cuenta su compañero de militancia Jorge Pastor Asuaje: “Con él y con ´La Negra´ (Dardo Benavidez) los marinos tomaron una represalia inaudita, por lo ridícula; los expulsaron como ex alumnos de la Escuela Naval, una medida que es un monumento al autoritarismo y al absurdo, porque se arrogaron el derecho de decidir la abolición del pasado por decreto. Porque alguien puede ser expulsado como alumno, pero no como ex alumno; porque es lo mismo que decretar que alguien ya no es ex marido o ex cualquier cosa. Negar eso es negar la existencia misma de alguien, negar los hechos, como si alguien pudiese resolver ‘fulano de tal nunca existió’, simplemente firmando una resolución”.