Fallecido en abril de 2001, en su querido barrio de La Boca, el “Negro” Ocampo fue uno de esos argentinos “polirubro” que se prendió en todas, con el único fin de lograr el regreso de Perón a nuestra patria. Por tal razón militó en la Juventud Peronista desde 1962 y allí se hizo un duro. Aunque su dureza y su rebelión ya venían de antes, de cuando su Viejo que era gendarme, lo ataba a la alambrada que delimitaba su casa de la del vecino y con un velador roto lo torturaba con 220 voltios “para que aprendiera a no hacer cagadas”. El 8 de marzo de 1972 fue secuestrado y picaneado por la dictadura militar de Lanusse; los torturadores no entendían porque se reía cuando le pasaban electricidad por su cuerpo. Con la última dictadura militar partió hacia el exilio de Suecia. Volvió el 24 de diciembre de 1983 y lo quisieron detener, pero una rápida acción de su abogado, el Dr. Mario Landaburu le devolvió la libertad. Sus tres hijos que lo suceden en vida, se llaman Javier, -que era su nombre de guerra en la Resistencia Peronista-, María Eva y Juan Domingo. Y con respecto a esos nombres, una anécdota contada por Rafael Bielsa que lo conoció: “Una vez le preguntó a un abogado amigo como le había puesto de nombre al primer hijo. “Homero” oyó que le contestaban. “¿Homero?”, coreó el Negro, “ya tan chiquito. ¿Y la piba, como se llama”. “Se llama María”. El Negro se quedó esperando unos instantes y replicó: “¿María qué?”. “María nada, María a secas”, le dijo el abogado. Ocampo achinó los ojos. “Homero, María… y decime una cosa Tordo”, le avisó: “cuando tengas la próxima chancleta, ¿Qué nombre le vas a poner?: ¿La Cumparsita?”.