Roberto
Baschetti

Oliveira, Alicia Beatriz

Nació en San Fernando, provincia de Buenos Aires, siendo la menor de 3 hermanos de una familia de clase media dedicada al comercio. Estudió Derecho en la Universidad del Salvador. Falleció a la edad de 74 años el miércoles 5 de noviembre de 2014. Sus restos fueron velados en la Legislatura porteña. Fue la primera mujer con 29 años, en ser elegida jueza de menores en el fuero penal en 1973 (juró de minifalda y flequillo) y tres años después se convirtió en la primera magistrada expulsada del cargo (“por subversiva” entre otras acusaciones), el mismo día del golpe çívico-militar: es decir, el 24 de marzo de 1976. Esos tres años de magistrada la encontraron siempre en primera fila en su lucha por desterrar el mal trato que el Servicio Penitenciario Federal –cual gamonal tardío- propinaba y repartía entre sus presas. Antes de que volviera a nuestras tierras la democracia, fue junto con Emilio Mignone, fundadora del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), participando en la defensa legal a presos políticos y en las estrategias de búsqueda de los detenidos-desaparecidos. Con los ovarios bien puestos, redactó junto a Nilda Garré y Jorge Vázquez el documento que el Partido Justicialista (PJ) presentó cuando la Corte Interamericana de Derechos Humanos visitó la Argentina “de la noche y de la niebla” en 1979, y muchos actuales progresistas y demócratas tardíos colaboraban con los militares o estaban escondidos debajo de sus camas (fue esa, la primera vez que se denunciaba en Argentina a través de un documento público, que la gente era “desaparecida” y se torturaba). En 1994 fue elegida constituyente para la Reforma de la Carta Magna de 1853; también asumió tiempo más tarde, como la primera Defensora del Pueblo porteño entre 1998 y 2003. Y después pasó por la Cancillería como Secretaria de DD.HH. estando a su cargo reformas a la Ley de Migraciones y al Código de Justicia Militar. Conocía desde sus 19 años y era amiga del actual Papa, Jorge Mario Bergoglio (Francisco I) ya que por aquellos años de juventud su militancia tuvo un tinte “peruka y cristianuci” alrededor de los curas villeros; es más, ella se definía “¡como muy peronista, querido!”; identidad política que supo reforzar en los últimos tiempos cuando se re-afilió al PJ, además de recordar en su lejana adolescencia, cuando viejos dirigentes de la Resistencia Peronista, como el compañero Sebastián Borro, en reunión de veteranos la sentaba a su diestra –o a su siniestra, que aquí por caso es lo mismo- para que escuchara y aprendiera las historias y luchas de nuestro pueblo, y así luego poder transmitirlas a otros. Martín Granovsky aporta un valioso testimonio sobre ella: “Fue una de las primeras abogadas de DD.HH. que comenzó a armar, pedacito por pedacito, el rompecabezas de la ESMA y a querellar a los marinos del grupo de tareas. Investigaba con mucha prolijidad y siempre confiaba en algo que puede sintetizarse en una frase que solía repetir de muchas maneras: ‘Nene, los Estados siempre escriben’. Explicaba que, como existe una burocracia estatal, al final todo sirve para llegar a la verdad. Sirven los libros de entrada de los hospitales, los registros de las morgues, los sumarios internos, los legajos de las FF.AA. y los archivos de inteligencia de las policías, conservados en masa como en Buenos Aires y Santa Fe”. El Ministro de la Corte Suprema de la Nación, Dr. Eugenio Raúl Zaffaroni, nos agrega como corolario: “Dejó en todos sus lados su impronta peronista, es decir, su particular y claro entendimiento de la justicia social”.