Roberto
Baschetti

Olmedo, Carlos Enrique

Nació el 5 de enero de 1944 en Asunción del Paraguay. Su padre era un prestigioso médico paraguayo, su madre argentina. Queda huérfano de padre desde muy pequeño. El secundario lo hace en el Colegio Nacional Buenos Aires, donde descolla por sus altas notas e inteligencia innata. A punto tal que en tercer año obtiene un puesto de celador, lo que le permite mantener una excelente relación con todos los alumnos. Además, al recibirse, luego de seis años de estudio ahí, lo hace con 5 medallas de oro, una por cada materia en que es elegido el mejor de todos. Preguntado por las autoridades que pensaba él que debía cambiarse en el colegio para mejorarlo en su nivel, fue claro: los celadores no sirven para mucho, deben ser reemplazados por psicopedagogos. Evidentemente un adelantado e innovador en la materia era Olmedo. Este dato me fue acercado por un compañero de colegio de él y amigo; Pedro Roberto “Pete” Canof. Egresado, Carlos Enrique estudia Medicina para darle el gusto a su madre, pero luego abandona y se dedica a su verdadera pasión: la Filosofía. Para ese entonces militaba en la Federación Juvenil Comunista (FJC) y en el Centro de Estudiantes de esa Facultad de Ciencias Sociales. Estuvo becado en Francia por sus estudios, graduándose en la Sorbona; uno de sus profesores fue Louis Althusser. Rompe con el comunismo e integra el grupo fundador de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y recibe instrucción militar en Cuba. Pasa a ser “Germán”, “José” ó “El Rubio”. Como cobertura legal trabaja como directivo en la Fundación Gillette e inclusive sus amigos recuerdan con una carcajada, cuando fue invitado por Mirta Legrand a uno de sus almuerzos, en función del cargo que desempeñaba en esa multinacional. En 1970 debió pasar a la clandestinidad. Mirta Clara, cuenta una anécdota muy graciosa que tuvo como protagonistas a Olmedo y al poeta Francisco Urondo, los tres en las FAR. Carlos Enrique estaba clandestino como dije y buscado hasta los tuétanos. Iba en un auto amarillo patito que conducía “Paco” Urondo y que era propiedad de éste. Llegan frente a la vivienda a donde va a hacer noche Olmedo, pero enfrascados en una conversación política pasan más de media hora estacionados en la puerta de la casa. De pronto un patrullero se les acerca y se pone al lado del Volkswagen. Con una rapidez e inventiva total, Carlitos Olmedo lo abraza profundamente a “Paco”, como si fuera su pareja y lo besa estruendosamente haciéndolo desaparecer de escena tirándolo hacia él mismo para cubrirse sus rasgos faciales. El canerío, tranqui, sigue de largo pensando que se topó con una pareja calenturienta en acción. Fue para llorar de risa el impacto que esa escena produjo en Urondo y como se lo contaba escandalizado luego a sus compañeros de militancia. Jodas aparte, aún hoy se recuerda a Olmedo por su brillante discusión teórica, a principios de 1971, con miembros del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), con respecto al rol revolucionario del peronismo, que él defendía con ahínco y pruebas concretas. Muere a la edad de 28 años, el 3 de noviembre de 1971, como militante de las FAR e integrando un comando armado de las Organizaciones Armadas Peronistas (OAP) -de efímera existencia-, cuando intentaba con otros compañeros secuestrar a un alto ejecutivo de la empresa Fiat de Córdoba, en conflicto con su personal, al negar esta, la representatividad del sindicato Sitrac-Sitram y ejercer violencia y represión sobre los trabajadores. Según Jorge Lewinger, “si alguien pudo considerarse un verdadero orientador de nuestra generación, mucho más allá de las fronteras de nuestra primigenia organización, ese fue sin dudas, Carlos Olmedo (…) Fue la expresión cabal de quien supo transformar la rebeldía y el conocimiento en energía revolucionaria. Como con Galileo, semejante herejía fue tempranamente quemada en la hoguera de la represión”. Pasado el tiempo, Olmedo tuvo un significativo reconocimiento a dos bandas. En efecto, el 28 de octubre de 2015, en Buenos Aires, en la Biblioteca Nacional, se realizó un “Homenaje a Carlos Olmedo. Pensamiento y acción en los 70” que tuvo como oradores al director de la misma Horacio González, al director del Centro Cultural “Haroldo Conti” Aníbal Jozami, a la académica Mora González Canosa y al historiador Roberto Baschetti. Y días más tarde, el 3 de noviembre del mismo año, homenaje similar se llevó adelante en Córdoba, primero en el lugar físico donde perdió la vida Olmedo (se plantaron árboles y se colocó una placa de mármol) y luego en la ciudad universitaria de la docta, donde Lucio Navarro un ex integrante del conjunto folclórico “Huerque Mapu” emocionó a todos interpretando con su charango y a capella la canción que recuerda lo que se denominó “El combate de Ferreyra”; en el mismo, recuerdo, murió Olmedo y otros compañeros de militancia. En los actos estuvo presente su hermana Alicia Olmedo.