El 1º de agosto de 2016 a la edad de 92 años y por un problema cardíaco, falleció en su casa de Los Polvorines, partido de San Miguel, provincia de Buenos Aires. Tan digno, honesto, austero y pobre materialmente que como cuando se desplazó por los pliegues de poder del mundo gremial argentino siendo el azote y la conciencia que denunciaba a tantos malandras “colaboracionistas” y burócratas sindicales. Al día siguiente de su deceso -2 de agosto- el homenaje que le tributó su gremio en la sede de Paseo Colón 731, convocó nuevamente a una multitud que desfiló frente a su féretro abierto para darle el último adiós. Ongaro, había nacido en Mar del Plata en 1925 y se formó en colegios católicos, y de aquella época cuenta: “Los curas insistían en que siguiera la carrera de sacerdote. Sino, me decían, Dios me iba a castigar. Yo siempre me identifiqué con la imagen de Jesús. Pero me di cuenta que Jesús siempre estaba con los pobres, por eso decidí unirme a ellos”. En su juventud fue compositor, profesor de música y director de orquesta juvenil. Pero la vida le tenía reservado otro destino. A los 18 años comenzó a trabajar como linotipista en los talleres Kraft y se afilió a la Federación Gráfica Bonaerense llegando a ser su secretario general y luego también el secretario general de la mítica CGT de los Argentinos en 1968. Sufrió al por mayor, encarcelamientos –catorce para ser exactos- allanamientos, secuestros y humillaciones diversas y hasta le mataron a un hijo –ver registro de Alfredo Máximo Ongaro- pero él, para nada se separó de su objetivo de buscar a través del sindicalismo la dignidad y la felicidad del obrero argentino. Como dijo en innumerables oportunidades ante públicos entusiastas de escuchar su voz: “Solo el pueblo salvará al pueblo”, ó también aquel “más vale honra sin sindicatos, que sindicatos sin honra” cuando les retiraban la personería gremial para intentar domesticarlos. Con la dictadura de Videla marchó al exilio como tantos otros, primero al Perú de Velazco Alvarado, luego a Europa, y denunció en cuanto foro hubo –como en la Organización Internacional del Trabajo, OIT- la situación que se padecía en nuestra patria; cuando volvió ya en democracia (1984) fue recibido por sus compañeros trabajadores como un héroe. Cabe recordar que Raimundo Ongaro fue interlocutor válido de Perón cuando este estaba exiliado en España: “Yo había visitado al General Perón en el período que va de 1966 a 1972. En la época de la Federación Gráfica Bonaerense y de la CGT de los Argentinos. De manera muy especial, mantuve contacto permanentemente ya fuera en la misma Madrid o a otros países donde él me pidió que fuera (Italia, Francia, y particularmente los países árabes) donde iba a reclamar solidaridad y expresar las coincidencias que tenía el Movimiento Peronista con algunos de esos países del Tercer Mundo”. Aporto una anécdota risible a este registro del compañero Ongaro. Estaba la cúpula de la CGT ortodoxa y burocrática reunida en Puerta de Hierro con Perón y éste habló bien a los presentes de Ongaro y los instó a acercarse a él en Buenos Aires para realizar algunas acciones conjuntas contra la dictadura militar de Onganía. Estos tipos entre confundidos y molestos como para justificar la distancia que ponían con Ongaro, dieron a entender que Raimundo estaba medio “chapita”, y qué en su delirio místico, decía que hablaba con Dios. Perón le contestó: “¿Y qué tiene eso de malo? ¡Al fin un dirigente gremial que habla con Dios y no con los militares!” en clara alusión a las componendas entre los uniformados y la burocracia sindical. Ongaro fue uno de los mentores y mejores exponentes del Peronismo de Base organización que se consideraba asímisma como una alternativa independiente de la clase trabajadora, dentro de las filas de la tendencia revolucionaria del peronismo. Ya fallecido Perón y durante el gobierno entreguista de Isabel y sus secuaces (como López Rega), Raimundo fue uno de los creadores de la Coordinadora de Gremios, Comisiones Internas y Fábricas en Lucha que paralizó el país en defensa de los intereses de la clase trabajadora. Y también vale recordar que cuando hice mención a la CGT de los Argentinos (1968): una experiencia única de lucha que por primera vez en Argentina unió en el mismo objetivo de liberación nacional a obreros y estudiantes; alrededor de la misma y bajo la conducción de Ongaro, se agruparon como ala revolucionaria del peronismo –siguiendo enseñanzas de J.W. Cooke- compañeros trabajadores de la talla de Ricardo De Luca y Lorenzo Pepe; periodistas y escritores como Rodolfo Walsh, Horacio “Perro” Verbitsky y Rogelio “Pajarito” García Lupo que escribían en el diario “CGT” y artistas de la talla de Ricardo Carpani, Fernando “Pino” Solanas, el Grupo Cine Liberación, Norman Briski, entre otros. Debe dejarse asentado, que Ongaro una de las veces que sufrió cárcel fue por dar su apoyo al Cordobazo de 1969, que comenzó a inclinar la balanza a favor del pueblo en lucha contra la oligarquía, el imperialismo y sus guardianes locales armados. Alzó su voz junto a Agustín Tosco y Elpidio Torres, cuando muchos callaron o miraron para otro lado. Su ejemplo –no me cabe ninguna duda- será siempre un paradigma digno de imitarse para las nuevas generaciones de trabajadores.