Ese era su nombre artístico, como se lo conocía. Nació en 1929 con el nombre completo de Pedro Isaac Gdansky Orgambide. Narrador, novelista, poeta, ensayista y dramaturgo. Gustaba del box, la danza y el tango. Trabajó como peón de campo y como creativo publicitario para ganarse la vida. Su tríptico de novelas históricas: “El arrabal del mundo”, Hacer la América” y “Pura memoria” permiten reconstruir la idiosincracia de gran parte de nuestro pueblo. En 1976 obtiene el premio “Casa de las Américas” otorgado por Cuba. Hombre del campo nacional y popular debió exiliarse luego del golpe militar de 1976 y no dudó en sumar su pluma y su voluntad al Movimiento Peronista Montonero (MPM) a través de su Rama de Escritores, Intelectuales y Artistas donde fue Secretario de Prensa. En México se incorpora el comité de Solidaridad con el Pueblo Argentino (COSPA). En un acto con motivo del 25 de mayo de 1976 en la nación azteca, recordó: “En algunos viejos números de la revista ‘Caras y Caretas’ se pueden ver las fotografías de unos mendigos, en los portales de las iglesias. Y debajo, un nombre: Fulano de Tal, guerrero de la Independencia. Hombres que no tienen estatuas, pero que hicieron la Historia. A esos hombres queremos honrar en este día. A los que nos dieron la independencia, a los gauchos anónimos de las montoneras, y también a los pobres milicos, como Martín Fierro, que dejaban el fortín o que morían en el desierto, como recuerda el comandante Prado, confundiendo su sangre y sus huesos con los de nuestros hermanos, los indios, a los que iban a matar. Sobre ellos –como también recuerda Prado- los estancieros volvieron a imponer una política feudal, la aristocracia de las vacas, la moneda de cuero de la oligarquía. Esos ‘señores’ son los abuelos de estos ‘caballeros’ -como llama Jorge Luis Borges a los dictadores que hoy usurpan el poder-. Aquellos señores, estos caballeros son los que apuntaron con sus fusiles a los obreros de Vasena en la Semana Trágica de 1919, ó en la Patagonia, ó el 1° de mayo de 1909; los que despreciaron a nuestro abuelos inmigrantes –españoles, italianos, polacos, judíos, árabes-, a los queridos compañeros de las primeras décadas de este siglo, anarquistas, socialistas, comunistas; los que insultaron a la ‘chusma radical’ de Yrigoyen; los que llamaron ‘aluvión zoológico’ a los descamisados de Perón el 17 de octubre de 1945; son el brazo armado de la oligarquía cazadora de indios, los capataces de la explotación de los obrajes en la selva misionera, la policía de la zafra. Ese es el triste, mísero pasado que pueden ostentar los usurpadores. El pueblo en cambio, es dueño de una historia heroica y limpia, que no se hace hoy con grandes nombres, sino con la resistencia diaria frente a la propuesta imperialista. Y cuando digo pueblo, no digo una abstracción: digo la señora que esta mañana en la Argentina planchó el guardapolvo de su hijo; el hombre que está en huelga o que trabaja a ‘tristeza’; el hombre que canta el himno en la cárcel y recuerda el olor de los cuadernos y el banco en que aprendió a escribir, y digo que ellos están aquí, con nosotros, y que ellos son la Historia”. En 1980 se desvincula del Consejo Superior del MPM y forma parte de una escisión del mismo, “Montoneros 17 de Octubre”, de breve existencia. Vuelto a la Argentina el juez federal Miguel Guillermo Pons le dictó prisión preventiva en marzo de 1987, pero quedó exento de cumplir la misma. Esa medida persecutoria no lo apartó un ápice de su compromiso político. En un reportaje que le hicieron tres años más tarde en un matutino porteño, fue claro: “Los intelectuales argentinos deben definir si están con el jolgorio neoliberal o con los padecimientos de la mayoría del pueblo”. Yo tuve la suerte de frecuentarlo en vida. Falleció el domingo 19 de enero de 2003, a los 73 años, víctima de un ataque cardíaco. Nuestra Biblioteca Nacional le hizo un merecido homenaje en su sala principal, el viernes 30 de mayo del mismo año.