Roberto
Baschetti

Ortega Peña, Rodolfo David

Nacido en septiembre de 1936, el abogado y diputado nacional por Capital Federal, Ortega Peña fue asesinado por la Triple A, en pleno centro de Buenos Aires (Carlos Pellegrini y Arenales), al bajarse de un taxi, el 31 de julio de 1974, alrededor de las 20 hs. Tenía 36 años. Lo acompañaba su esposa, Elena Villagra, que sufrió una herida de consideración: una bala le atravesó la boca; pero pudo sobrevivir. Su velatorio fue en el local central de la Federación Gráfica Bonaerense, entidad de la que él había sido abogado en los años más duros. El multitudinario cortejo que llevó sus restos al cementerio de la Chacarita fue acosado, atacado y apaleado por las fuerzas policiales al mando del comisario Alberto Villar y muchos de sus participantes detenidos. Ortega Peña siempre fue un hombre de fuste y principios, defensor a ultranza de las causas populares, de las causas justas. Durante las dictaduras militares de Onganía, Levingston y Lanusse (1966-1973) fue abogado de presos políticos y activistas sindicales. Su ideología política era muy cercana al Peronismo de Base (PB) y estaba enrolado en lo que se conocía como la Tendencia Revolucionaria del Peronismo (TRP). En noviembre de 1972, Rodolfo, fue parte de la comitiva del vuelo charter que trajo de regreso a Perón a la Argentina, luego de 17 años de injusto exilio. Como periodista fue uno de los co-directores de la revista “Militancia Peronista para la Liberación”. Una bomba de la derecha nazifascista ocasionó serios destrozos en la redacción del semanario, el 9 de octubre de 1973. Seis meses más tarde, el 10 de abril de 1974, por decreto del Poder Ejecutivo, se prohibió la circulación de la mencionada revista en todo el país. Rodolfo, lejos de amilanarse o replegarse a cuarteles de invierno, pasó a dirigir otro medio gráfico contestatario “De Frente con las Bases Peronistas”, que terminó sufriendo el mismo destino: su sede allanada y detenido todo el personal. Cuando asumió como diputado nacional (13-3-74), tuvo la valentía de jurar su cargo con la consigna de las organizaciones revolucionarias peronistas, aquella que decía: “La sangre derramada jamás será negociada” e ipso facto se separó del bloque justicialista que negociaba día a día todas las banderas históricas del peronismo y conformó un bloque unipersonal, que denominó “De Base”. Con el único fin, como dijo en esa ocasión: “de ser fiel al mandato popular del peronismo, convencido de que primero está la Patria, luego el Movimiento y por último los Hombres; por lo que trataré muy humildemente de colocar esta banca al servicio del pueblo peronista, de los trabajadores oprimidos y de todos aquellos argentinos que quieren ver una Argentina realmente liberada”. Como dice el investigador histórico Daniel de Santis: “Ejerciendo como diputado supo aprovechar revolucionariamente el Parlamento, denunciando las maniobras reaccionarias de la burguesía, y dirigiendo su actividad como parlamentario hacia las amplias masas obreras y populares, llevando su solidaridad a los conflictos obreros, denunciando en el recinto parlamentario los crímenes cometidos contra la clase obrera y el pueblo, exigiendo su esclarecimiento”. Cuando la mano se puso pesada, ni renunció ni aceptó que le brindaran custodia policial. Ortega Peña también fue historiador (logrando una exhaustiva y completa reivindicación de los caudillos montoneros del siglo XIX) y profesor en la Universidad Nacional y Popular de Buenos Aires (UNPBA) durante la gestión del brillante intelectual que fue Rodolfo Puiggrós. Su gran amigo y compañero de militancia y proyectos compartidos, el Dr. Eduardo Luis Duhalde -actual Secretario de Derechos Humanos en el gobierno de Kirchner- , lo definió con propiedad: “Rodolfo era un peronista visceral y gramsciano convencido”, una manera de decir que en esa complejidad aparente hay lugar para la verdadera sencillez, esa que le permitió poner su inteligencia al servicio de un proceso de transformación de la realidad y no al revés, donde los dogmas y las “verdades absolutas y pre-establecidas” se esfuerzan por adaptar la realidad a sus principios y estos concluyen siendo inofensivos y estériles. ¡Si sabrá de eso la izquierda internacional en nuestro país…! Al cumplirse 30 años de su trágica muerte, la “Comisión Permanente de Homenaje” a Rodolfo Ortega Peña realizó un sentido acto en su memoria, en la plazoleta ubicada en Carlos Pellegrini entre Juncal y Cerrito, colocando placas conmemorativas. Esto ocurrió el 31 de julio de 2004. Fue el reconocimiento para un hombre con mayúsculas, un ser ético, maravilloso, germen cabal de “Hombre Nuevo”, que luchó toda la vida contra la injusticia social y que se murió en un día aciago, sin más patrimonio cierto que su biblioteca. En 2010, Marcelo Duhalde, hermano de Eduardo y Director de Prensa y Comunicación del Archivo Nacional de la Memoria, recordó la lucha y los sueños del “Pelado” Ortega Peña: “Nació en un lugar acomodado, ligado a familias patricias, lo cual le había predestinado un futuro promisorio como abogado y dirigente de la clase dominante. Fue educado en consonancia para ello. Sin embargo, le bastó cumplir 20 años para saltar sobre su destino de clase. La caída de Perón en 1955 y los festejos de los vencedores significaron un shock muy fuerte a partir del cual comenzará a tomar una distancia definitiva con sus orígenes. No podía entender que celebraran los bombardeos en Plaza de Mayo ni la caída de Perón. Al ver la alegría de los que festejaban y el dolor en las barriadas pobres, la ruptura fue total e inevitable. Los años ’60 encontraron a Ortega Peña soñando, junto a su generación, la revolución cultural, política, económica y social como un hecho posible. Se instruyó y formó hasta tener las mejores condiciones para combatir a los que sometían al pueblo en función de sus propios y mezquinos intereses. Luchó fervientemente, convencido de la necesidad de un cambio profundo, que sabía indispensable (…) A 36 años de su asesinato, ocurrido el 31 de julio de 1974 en pleno centro porteño, están vivas su memoria y sus enseñanzas”. Cabe acotar, además, que en la ciudad de Villa Mercedes, San Luis por ordenanza Nº 1362-o, del 20 de agosto de 2002, hay una calle con su nombre.