Formoseño. A mediados de los ’60 ingresa al seminario de Guadalupe en Santa Fe con el fin de terminar sus estudios. En el libro sobre “Historias de Vida. Homenaje a militantes santafesinos”, sobre Julio Federico Oviedo dicen sus compañeros de entonces: “Meticuloso, racional y a su vez efectivo, Julio necesitaba convencerse antes de iniciar algo. Había que darle todas las razones posibles para y por que hacer algo. Sus amigos recuerdan las charlas nocturnas que solían tener con otros jóvenes seminaristas como el Bocha Bosch (asesinado en Margarita Belén). Extremadamente delgado, como extrema era su capacidad intelectual. Tal vez limitado por su pequeño cuerpo, no se sumaba a las actividades deportivas que se solían desarrollar en las horas libres de estudio. Se lo recuerda en su andar tranquilo, su claridad intelectual, su convencimiento de jugarse por los demás, su amistad generosa. Cuando inicia el primer año de la Facultad de Filosofía de la Católica, se destacó enseguida. Empezó por entonces, a organizarse lo que luego sería el MEUC (Movimiento de Estudiantes de la Universidad Católica). Los jóvenes universitarios de fines de los ‘60 queríamos hacer realidad lo que nos decía el Evangelio y así fuimos construyendo un espacio político que incluía lo religioso como punto de partida de nuestras fundamentaciones revolucionarias. Julio era uno de esos dirigentes estudiantiles formado en la iglesia tercermundista. Su participación en la organización Montoneros fue desde 1970 y el compromiso de vida que antes lo había llevado al seminario, pasó a ser con la revolución, como una opción que integraba y superaba lo personal y lo colectivo. En esos tiempos la ética y la política eran una sola dimensión, lo que explica que cuando Julio, a quien le decíamos cariñosamente ‘Tío Ho Chi Minh’, fuera liberado después de una prisión legal y saliera del país, inmediatamente volviera a entrar para seguir militando, como muchos otros compañeros desaparecidos, entre ellos su propia hermana (…) A Julio de repente se le iluminaba la cara con la sonrisa irónica y afectuosa de un humor fino que a la vez lo mostraba conocedor de la realidad popular. Sabía poner la nota de cordura entre los compañeros en las reuniones del MEUC. Imponía respeto por su solvencia intelectual y moral, era un líder natural, respetado tanto por los seminaristas como por los demás estudiantes universitarios, siempre en una actitud de bajo perfil. Julio quedó entre quienes fuimos sus compañeros, como un hermano que nos hace falta, esa relación que tuvimos de jóvenes compañeros quedó grabada desde entonces y para siempre en nuestro sentimiento, es una presencia que sigue recordándonos que falta hacer la revolución”. Julio Federico Oviedo fue secuestrado-desaparecido por la última dictadura cívico-militar que padecimos a fines de octubre de 1977, sin poderse precisar un día preciso. También con anterioridad, fue delegado provincial de la Regional IV de Juventud Peronista y más de una vez se lo vio con otros compañeros solidarizándose con las reivindicaciones campesinas en 1974.