Practicó el deporte del rugby en el Club Náutico El Quillá y también fue uno de dos los creadores del equipo de rugby de la Escuela Industrial Superior. Quienes lo conocieron, lo recuerdan como un pibe noble, honesto, sensible y solidario. Físicamente petiso, tan morrudito como eléctrico. Llevaba chicos a su casa para ayudarlos en tareas escolares y luego le pedía a su madre que les diera un vaso de leche porque realmente lo necesitaban. Con el Padre Gasparotto organizó toda la acción social de la Parroquia de la Iglesia de Santa Lucía. Era fana del “sabalero”, Colón de Santa Fe, el equipo de fútbol más popular de esa ciudad. Fue militante de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) en el Colegio Industrial de Santa Fe. Sancionado por su actividad política se vio obligado a dar todas las materias libres para que no lo echaran. Y lo hizo con éxito. Se recibió de Técnico Electromecánico conjuntamente con sus compañeros de división. Hace una pasantía en Fiat presentando un interesante informe donde analiza las relaciones humanas dentro de la fábrica. Luego consigue trabajo en la fábrica Materfer de Córdoba. Dicen sus compañeros que fue un militante de fierro, iba a todas las asambleas estudiantiles con el mameluco y el redoblante y con ese instrumento de percusión levantaba la euforia de todos. Con 23 años de edad, fue secuestrado-desaparecido el 20 de agosto de 1977, en el momento de salir a comprar unos repuestos para la moto, en Santo Tomé (Santa Fe). Le había dejado una nota a su novia: “Temo no volver a verte, pero deseo volver a abrazarte”. Claudio Cherep recuerda a Partida de este modo: “Digo que un día los asesinos se llevaron a Aldo Partida. Digo que era 1977 y era 20 de agosto. Que Santo Tomé miraba para un costado cuando lo bajaron de su moto y lo chuparon. Que esa tarde fría iba a ir al cine con su novia y que seguro llevaba puesto el gorro de Colón que lo acompañaba siempre. Que quería un país más inclusivo donde los pibes a los que él les daba apoyo escolar pudieran tomar la leche todos los días sin tener que pedírsela a su vieja (…) Digo que Aldo, el pibe creado cerca de la pobreza digna del Barrio Centenario, aprendió en la Escuela Industrial, entre libros de electromecánica, que un gol se disfruta más cuanta más gente lo disfrute, y que mucha gente peleando contra postergaciones añejas como se pelean goles se llama pueblo. Y que es menester del pueblo buscar el gol hasta el final cuando los rivales son arteros, aunque en eso nos vaya la vida (…) Digo que cuando se llevaron a Aldo la calle era más peligrosa que la cancha y que ahora la cancha es más peligrosa que la calle. Pero que es preciso ir a la cancha buscando goles como quien busca que se repare una injusticia porque en la risa de los pibes, en la emoción de los viejos y en la lágrima del hombre que sabe que los hombres si lloran, se puede encontrar a cualquier Aldo Partida que ande por las canchas de la vida. Digo que el poster de Colón del ’65 que le regaló su abuelo sigue mirando su cuarto vacío, intacto treinta y seis años después. Que las paredes lloran humedades y recuerdan cuando el Aldo adolescente encabezaba la murga del barrio que bailaba al ritmo sabalero/sangre de campeones. Pero que esos muros saben bien que, desde que nos falta Aldo y treinta mil Aldos, salir campeón es otra cosa. Digo que Aldo Partida había nacido el 7 de octubre del ’53 y que cuando se lo llevaron estaba a punto de cumplir 24 años. Que era peronista porque entendía que los mejores goles de la historia los hizo ese criollo reivindicador que hacía poco se podía volver a nombrar. Que una placa en la plaza principal de la Santo Tomé que ya no quiere mirar a un costado recuerda su nombre. Que un chacal de la patota que lo secuestró le robó su gorro de Colón”. Pero este pibe perdura en el tiempo: Su memoria es recordada en una placa colectiva y baldosas por la Memoria, colocadas en la Escuela Industrial Superior y en la plaza central de Santo Tomé.