“Quique”. “Domingo”. “Carmelo”. “Oscar Alvarez”. Sociólogo. 39 años. Nacido en Capital Federal el 14 de diciembre de 1940. Militante montonero en el área de Documentación y Enlaces con el exterior. Pasó como docente por la Universidad Católica marplatense. De allí lo expulsaron por participar junto a sus compañeros de Juventud Peronista de la toma de la Facultad buscando evitar el arancelamiento de la misma. Era también profesor de las Cátedras de “Ciencias Políticas”; “Técnicas de Investigación Social” e “Introducción a las Ciencias Políticas” y adjunto al Departamento de Sociología en la Universidad de Mar del Plata. Había llegado a esa ciudad balnearia de la mano de Roberto Carri (ver su registro), otro docente universitario y militante del peronismo revolucionario. Según sus amigos, el departamento donde habitaba en la céntrica calle Córdoba, era un ámbito privilegiado de estudio, de encuentro, de discusión y de militancia. Pecoraro –que vuelve para la contraofensiva partidaria- según un registro oficial a tener muy en cuenta, lo da como baleado (o tomó la pastilla de cianuro; porque tenía claro que no iba a poder soportar la tortura) el 15 de noviembre de 1979 (su esposa dice que fue el día 13) en la vía pública en Avenida Rivadavia 9667, donde estaba instalada la Compañía de Seguros “Ruta”, barrio velezano de Villa Luro; hecho acaecido a las 15 horas. (Allí había concurrido por un problema con el seguro de su automóvil). Ocurriendo su fallecimiento dos días más tarde (17/11/79) a las 10 hs. en el Hospital Militar Central. “A Quique lo mataron por ser consecuente con sus ideas. Tenía firmeza de pensamiento y de convicciones”, aseveró Alicia, su mujer (ex secuestrada, ex presa política), cuando a treinta años del asesinato, en noviembre de 2009, descubrieron una placa en honor a su marido en la Universidad. Pecoraro era –quizás a su pesar- cuñado de la modelo Graciela Alfano a la que se acusa de coquetear y recibir prebendas económicas del genocida oficial de Marina Emilio Eduardo Massera. En efecto, “Quique” se había casado con Alicia “La Polaca” Ruszkowski, hermana de Andrés, el primer marido de la Alfano (1973). Pecoraro tuvo tres hijos: Ana, Esteban y Laura. Perseguido, a ellos les escribió, y el texto se leyó en el juicio de la contraofensiva montonera seguido por el TOF en 2019. Allí se dice y escuchan los verdugos sentados en el banqullo de los acusados: “Hijos me gustaría jugar con ustedes eternamente, verlos crecer, aconsejarlos, protegerlos, pero también me gustaría que esa posibilidad no sea individualmente, la que yo les podría brindar, sino el fruto de las condiciones de vida de nuestro pueblo. Me gustaría conversar con ustedes en vuestra adultez y en mi vejez, me gustaría verlos caminar por la vida o comprobar que echaron buenas raíces (…) La mejor demostración de amor que puedo brindarles, la mayor demostración que puedo entregarles, es una vida con sentido, una vida que luchó por realizarse, no en abstracto sino con ideas, ideales y deseos de solidaridad, igualdad y amor a los demás como forma de realización individual”. Su ex compañero de militancia en Mar del Plata, Eduardo “El Negro” Soares también aporta lo suyo para esta semblanza sobre el compañero caído: “Quique resultó para nosotros lo que desde un inicio esperábamos que fuera, Un compañero formador de cuadros. Un padre en muchos aspectos y hasta un guía personal. Algunos sobrevivientes de esos años pudimos valorar en toda su dimensión lo que significó Quique en nuestras vidas. Un prestigioso y reconocido profesor universitario que no dudó en embarrarse sus zapatos volanteando de noche en noche los barrios del sur marplatense, casa por casa, y luego volver al otro día, pero más temprano, nuevamente a hablar con la gente más pobre y humilde de la ciudad. Así abrimos el primer barrio, el primer local de madera y cartón, y luego otro y otro. Fue un cuadro político, extremadamente crítico, muy crítico y pensante. Nos enseñó siempre a pensar y criticar, fue siempre crítico pero orgánico. Durísimo en la crítica, pero orgánico. Quique nunca discutió para sí mismo el poder interno o el espacio de poder para él, lo peleó para nosotros, los más jóvenes, la segunda generación de Montoneros. Quique nos formó como cuadros y con eso tuvo suficiente”.