Fue un legendario militante de la primera Resistencia Peronista. Como tantos otros compañeros hizo escuchar su voz de excluido del sistema, a fuerza de caños y explosivos. Lo acusaron de poner una bomba en el Departamento Central de Policía el 23 de abril de 1960, edificio visto por la militancia política de la época como un antro de torturas y apremios ilegales monitoriado por el ejército “gorila” que había derrocado al gobierno constitucional de Perón en 1955. Antes de colocar el explosivo visitó en dos oportunidades el lugar para conocer su interior y recorrió la planta baja, particularmente la sala de periodistas y luego el primer piso donde se encuentra la jefatura. Pero consideró que eran lugares muy concurridos por la gente, por lo cual se decidió por el segundo piso, estimando que el lugar más adecuado era la entrada a las oficinas de la Subdirección de Investigaciones que no funcionan por la mañana. Allí colocó 4 cartuchos de gelinita y dos frascos de ácido sulfuroso; armó la bomba adosando los frascos a los cartuchos, de manera tal que tuviera 15 minutos para alejarse del lugar. Empleó este lapso en llegar a la estación Sáenz Peña del subterráneo, a tres cuadras del Departamento y allí se hallaba cuando escuchó la explosión. Desconozco si inspirado en ese hecho o no, pero recuerdo que la Juventud Peronista de aquella época, cantaba luego en las manifestaciones un cantito futbolero con la letra cambiada de este modo: “¡¡Si, si señores, soy peronista, soy terrorista de corazón, pongo la bomba, prendo la mecha, corro tres cuadras y escucho la explosión!!”. En esos momentos, Petracca tenía 28 años y vivía en Saavedra 240, Ciudadela, provincia de Buenos Aires. Le dieron 20 años de prisión. Salió mucho antes por una amnistía.