Cuenta Antonio Cafiero: “Nunca pude olvidarme de Osvaldo Piñeyro, un compañero de facultad que no había tenido en su vida, creía yo, otra preocupación que llegar a ser un buen contador público. Un día de 1956 me lo encontré por la calle. Venía, con la corbata desarreglada, desaliñado, estaba distinto. Le pregunté que le pasaba y el que para mí solo sabía hacer asientos contables se despachó: ‘… Estoy poniendo caños …’. Y se detuvo a explicarme su técnica: se había hecho un agujero en el bolsillo del pantalón, y mientras iba caminando por la vía del tranvía, iba tirando los petardos. Después, como al descuido, volvía para asegurarse de que estuvieran bien colocados, los empujaba con el pie y se iba lo más campante, caminando tranquilamente y regocijándose con el ruido que había a sus espaldas. Esta imagen volviendo una y otra vez a mi memoria me convenció de que teníamos que rescatar, lo inédito de la Resistencia, esa nota distintiva y ese ‘sigilo estratégico’, que hizo que muchas veces los peronistas tuviéramos que callar, pero mientras tanto, por abajo, seguíamos actuando”.