Roberto
Baschetti

Quieto, Roberto Jorge

Abogado. El “Negro” Quieto, nacido en 1939, fue integrante de la Federación Juvenil Comunista (FJC) hasta que dejó el partido expulsado por su actividad a favor del guevarismo y la revolución cubana, que lo llevó inclusive a la isla del Caribe en más de una oportunidad para recibir instrucción militar y afianzar contactos políticos. La muerte del “Che” Guevara pone un freno temporario a sus ansias revolucionarias de abrir un frente guerrillero en el Norte de nuestro país. Será luego uno de los dirigentes más caracterizados y representativos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Tiene un papel preponderante en la planificación de la toma de la ciudad de Garín, el 30 de julio de 1970 (Operación Gabriela). Por tal razón será detenido en 1971. La posterior unión de FAR en 1973, con Montoneros, bajo este nombre, lo convierte en el segundo en importancia, luego de Firmenich, en la estructura guerrillera. El 19 de febrero de 1974 es detenido nuevamente, ahora en Rosario, pero una amplia movilización popular en Buenos Aires (“¡Atención, atención, está preso un Montonero que luchó por Juan Perón!”), ayuda a que el juez disponga su excarcelación. El domingo 28 de diciembre de 1975 (Día de los Santos Inocentes) cuando ya en la Argentina morían o “desaparecían” por día una cantidad grande de militantes, Quieto tuvo la imprudencia de ir a tomar sol con su mujer (Alicia Beatriz Testai, que no era militante) y otros familiares a un balneario popular de San Isidro (playa “La Grande”), sin tomar las mínimas medidas de seguridad implícitas a su cargo. Estaba desarmado, sin custodia y rodeado de seres queridos. Fue capturado por el Ejército Argentino y obligado luego por la tortura a “cantar” casas con pertrechos de guerra de la organización guerrillera. De todos modos, está comprobado que cantó mucho menos de lo que sabía por su alto grado responsabilidad en la “Orga”. Por ejemplo, no cayó una pinturería que era la cobertura legal del lugar donde se centralizaba toda la falsificación de documentos de identidad. Por lo que cuesta creer que los verdugos de un combatiente del nivel del Negro, se contentaran con la caída de algunas casas operativas y no fueran (o no intentaran ir) con la tortura más a fondo para lograr confesiones espectaculares. Montoneros se vio obligado a iniciarle a Quieto un juicio revolucionario en ausencia por “incumplimiento del deber revolucionario” y por “delación”. La sentencia fue: degradación y muerte donde se lo encontrara. Pero nunca más apareció con vida. Pero sobre este tema y con el transcurso del tiempo, nuevas voces se suman: “En cuanto a qué si el Negro fue o no traidor, yo me resisto a hablar de traidores (…) Hubo organizaciones que les pedían a sus cuadros que aguantaran un día antes de ‘cantar’. Otras solamente pedían tres horas. Los ‘montos’, no. Para la ‘orga’, los cuadros eran superhombres que debían ser cortados en pedacitos sin decir una palabra. Y cuando se dieron cuenta de que no era así, apareció la pastilla de cianuro” (Enrique Gil Ibarra).