Nació en 1948. Estudiaba en el Colegio Nacional Buenos Aires (promoción 67), siendo sus compañeros de grado Fernando Abal Medina y Mario Eduardo Firmenich. Para esa época era muy nacionalista y disfrutaba leyendo la historia argentina escrita por José María Rosa, las reflexiones de Arturo Jauretche, los ensayos políticos de Juan José Hernández Arregui y las denuncias de Raúl Scalabrini Ortíz. Algunos aspectos de su personalidad y pensamiento en formación, se pueden encontrar en un trabajo que le solicitó el Departamento de Extensión Cultural de ese colegio secundario. Fue para 1965 y debía elegir un cortometraje argentino, explicando el porqué de su elección. Escribió: “Voto por ‘Bienvenido’. Agilidad, excelentes y bien logrados efectos y una idea argumental muy bien llevada, configuran un corto en el que su director, Juan José Stagnaro, pone en evidencia relevantes condiciones. La crítica a la ‘Generación Pepsi’ enloquecida por ritmos ululantes, obnubilada por la adoración de falsos ídolos, alcanza contornos trágicos (…) Stagnaro expone con singular maestría la mentalidad de cierta juventud que se estremece al compás de los Beatles y ‘no espera nada de la vida’. (…) Son, en síntesis, diez minutos muy bien aprovechados, en que el director nos llama la atención, sin mayores pretensiones, sobre el problema de una juventud tarada por la propaganda masiva y la falta de objetivos vitales”. Inició luego estudios universitarios de Economía en la Universidad de Buenos Aires. Empezó su militancia conjuntamente con aquellos dos amigos antes citados, en un grupo católico orientado por el Padre Carlos Mugica: la Juventud Estudiantil Católica (JEC). Fue a Tartagal (Salta) con un pequeño contingente de la Acción Misionera Argentina (AMA) que dependía de la Acción Católica Argentina (ACA) y desarrollaban campamentos de trabajo. La pobreza ancestral de los hacheros lo conmovió muy fuertemente. Contó que habló con ellos y supo que a esta pobre gente le pagaban con vales que cambiaban por fideos apolillados. Ramus los ayudó a organizarse, a sindicalizarse y cuando volvió a Buenos Aires hizo la denuncia, logrando que algunos medios la registraran. Comenzó a plantearse con otros compañeros, el uso legítimo de la violencia como única manera de defensa, porque en ciertos casos –como el de los hacheros- la primera violencia era la que ejercían los patrones, al rebajarlos a la más extrema pobreza y marginalidad jamás imaginada. Profundizó su compromiso cristiano y asumió el peronismo. Comenzó a leer a Di Paola, Mao Tse Tung, la encíclica “Populorum Progressio” y todo lo que había sobre economía peronista del 46 al 55 y sobre guerra de guerrillas. La Revolución Cubana no pasó inadvertida para su conocimiento. Su hermana Susana Jorgelina Ramus recuerda: “No tenía miedo a las consecuencias de sus acciones, su temor era el de equivocarse como cristiano y no hacer lo necesario para mostrarle a los militares asesinos del pueblo que su impunidad podía terminar, porque había argentinos como él que estaban dispuestos a todo, para que ellos no siguieran humillando al pueblo, reprimiéndolo, proscribiéndolo, quitándole todos los derechos que Perón había restablecido para la clase trabajadora”. Fue parte de los Comandos “Camilo Torres” dirigidos por Juan García Elorrio. En 1968, junto a otros compañeros peronistas conforma los Comandos “Juan José Valle”. Fundador de Montoneros. Es uno de los secuestradores del general Aramburu el 29 de mayo de 1970 y de su posterior ajusticiamiento. El cuerpo del fusilador es enterrado en un campo de propiedad de sus padres, en la localidad de Timote, en la provincia de Buenos Aires. La estrella federal de ocho puntas con la “vepe” adentro -Perón Vuelve- , que luego apareció en los comunicados y partes de guerra de la organización guerrillera peronista más importante de la Argentina fue bosquejada y diseñada por él. El 7 de septiembre del mismo año cae en combate cercado por una patrulla de la policía provincial en la pizzería “La Rueda” de la localidad de William Morris, provincia de Buenos Aires. Alcanzado por las balas policiales, desabrochó una granada de mano que llevaba en el cinto y luego de sacarle la anilla de seguridad, trató de lanzarla sobre los canas, pero el explosivo explotó en sus manos y falleció en el acto. La militancia recuerda todos los 7 de septiembre, cada año, como “El Día del Montonero”. Dejemos que nuevamente su hermana relate lo que siguió: “El 7 de septiembre de 1970 mamá estaba escuchando radio Colonia y se enteró del enfrentamiento en William Morris. Cuando entré a la cocina mamá estaba llorando desconsolada. Luego vino todo el infierno de recuperar el cadáver (…) Después fue la misa de cuerpo presente junto con el cadáver de Fernando Abal Medina, en la parroquia San Francisco Solano, donde ‘Carli’ y yo habíamos tomado la comunión. La misa la dio Mugica, triste y dolido; eran sus discípulos queridos. Los compañeros cubrieron sus féretros con la bandera argentina mientras recorríamos el camino que mediaba entre la puerta del cementerio de la Chacarita y los lugares adjudicados en tierra. Vino la policía y nos obligó a quitar las banderas. Se cantó la Marcha Peronista. Mi tristeza no podía ser más grande. Se había ido la persona que más amaba en el mundo, mi consejero, mi amigo, mi hermano querido”. Esta y otras apreciaciones de Susana Ramus,
pueden leerse en el libro de su autoría: “Sueños sobrevivientes de una montonera a pesar de la ESMA” editado por Colihue en el 2000.