“Nenelo”. Era un chico grande, inocente, con alma de niño. Tranquilo y buenazo por donde se lo mirara. Vivía en Llavallol, provincia de Buenos Aires con su esposa y sus dos hijos, Marcela y Hugo. Trabajaba y militaba en el ámbito sindical desde el peronismo. Cuando lo secuestraron contaba con 23 años de edad. Fue el 16 de julio de 1976. Fueron a su casa de Monte Grande donde se había refugiado y se lo llevaron para siempre. Hermano de José Abel Romero, Ana María Romero y Cristina Leticia Romero (ver sus registros). “En esa época, como todo estaba recrudeciendo, mi abuelo les decía a sus hijos que se fueran, que los iban a matar y ellos decían que no. En cambio, mi abuela decía que no debían irse porque acá tenían muchas cosas por hacer. De algún lado, los hermanos Romero sacaron la sangre, la fortaleza, precisamente, la heredaron de mi abuela. Para esta época ya había desaparecido mi papá y los milicos a cada rato iban a la casa de mi abuela y ella los enfrentaba, no les tenía miedo”.