Le decían “Robin”. Provenía de una clase media acomodada; su padre era médico psiquiatra (peronista) y la relación con su madre (adepta a la Revolución Libertadora) era desastrosa. Él era muy rebelde y no se callaba cuando veía una injusticia o detectaba una falsedad. Empezó su militancia en el Colegio San José, establecimiento del que lo echan por escribir en el pizarrón “Perón Vuelve”. Luego es uno de los animadores de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) de Rosario. Cabe acotar, que con los curas de aquel colegio prestaba ayuda y organización a una villa miseria de la zona. De convicciones religiosas, podría decirse que era muy creyente. Con 19 años, pensaba seguir la carrera de Agronomía, porque al decir de su hermana Susana, “él era un chico tímido que amaba, pero que amaba como era él, es decir: era blanco o negro. Le gustaba mucho todo lo que tenía que ver con el campo, los animales y los caballos. Iba a estudiar Ciencias Agrarias; en casa tenía la colección completa de la revista La Chacra”. La patota del gendarme Feced lo va a buscar a su casa en la noche del 20 de junio de 1976, (Textual: “¿Acá vive el ‘terrorista’ Alfredo Rosano?”). Como no lo encuentran se llevan a su hermana Susana de 17años que iba a un colegio de monjas y que carecía de cualquier adiestramiento político. A fines de junio la liberan, pero siguen buscando a su hermano que continúa la lucha contra la dictadura militar. “Cuando salí supe que mi hermano se escondía en distintas pensiones. Mis viejos trataban de sacarlo, primero de Rosario, a un campo de un tío en Leones, y después del país, por algunos contactos que tenían con los militares, porque mi viejo había trabajado en Fabricaciones Militares. Pero mi hermano no se quería ir. Creía en la victoria final; era un ‘jacobino’. Creía que el golpe era simplemente un momento más en la lucha por la toma del poder”. Para el 7 de septiembre de 1976, Día del Montonero, con otros compañeros, Alfredo planeó una pintada en la esquina del Normal 3 (Corrientes y La Paz, ciudad de Rosario). Los estaban esperando, pudo zafar, pero el cerco se iba cerrando. Finalmente fue secuestrado y fusilado el 16 de septiembre de ese mismo año (triste fecha por varias razones) en un camino vecinal de Santa Teresa. El 15 de septiembre de 2007, en Rosario, sus compañeros pintaron un mural en su homenaje en calle España entre Salta y Tucumán. Su hermana Susana, por esas vueltas de la vida, la misma a la que echaron de una escuela de monjas donde cursaba quinto año por ser la hermana de un “subversivo”, diez y ocho años después, convive con Horacio Dalmonego, amigo de Alfredo, también militante de la UES por entonces, que sufrió encarcelamiento (tres años en Coronda) y exilio (en Londres) por sus ideas políticas.