Roberto
Baschetti

Rubino, Raquel del Carmen

“Patricia”. Nacida el 5 de octubre de 1954 en Florida, Partido de Vicente López, provincia de Buenos Aires. Tenía la doble nacionalidad argentina-italiana. Ex alumna del Colegio Nacional de San Isidro. Estudiante de Arquitectura en la Universidad de Buenos Aires. Al respecto: “Cuando ingresó en Arquitectura sus inquietudes hallaron cauce en un grupo de compañeros que frecuentaba una villa de emergencia junto a la Panamericana, en Vicente López. Allí conoció de cerca lo que vivían sus pobladores. Abandonó las acostumbradas diversiones de fin de semana para colaborar en lo que fuera mejorar el sitio, con los conocimientos que ellos tenían, con aportes de lo que podían llevar y sobre todo con el entusiasmo que empleaban. Al atardecer lo amenizaban con payadas y truco. Volvía a casa cansada pero contentísima. No hay duda de que simultáneamente politizaban, para llegar a un mundo mejor, que creían indispensable y asequible (…) Desde muy chiquita se inclinó por ayudar a los demás. Empezó a inquietarse y terminó siendo peronista. Mis hijos eran peronistas, como muchos de esa generación hijos de anti peronistas como mi marido y yo en el 55 (…) cuando ella volvía de la villa, los domingos generalmente, venía muy triste por lo que veía (…) ella tocaba muy bien la guitarra y cantaba, pero un día allanaron la villa y se llevaron las guitarras porque eran un arma muy poderosa”, dice su madre Lola Weinschelbaum. Raquel fue una militante montonera que pasó por la Juventud Universitaria Peronista (JUP). Poeta y escritora. Hermana de Jorge “Yuyo” Rubino, también peronista y montonero. Secuestrada-desaparecida el 23 de junio de 1976 en Martínez, provincia de Buenos Aires, en la vía pública (Santa Fe y Edison). Jorge Barbich desde Perú, rememora: “Estudié con Raquel en el Colegio Nacional de San Isidro. Disfrutábamos de las ilusiones de un mundo mejor y del hombre nuevo que deseábamos. La recuerdo mucho. Era linda. Tal vez el compañerismo de escuela fue más que eso, nos unían horas de compartir cada instante de clases, diálogos cortos o largos, besos en la mejilla de despedida, todo aquello que es tan simple en la relación de chicos de secundaria en guardapolvo blanco”. Comenté antes en esta reseña que era poeta y escritora. De sus escritos en una carpeta de 3° año del Colegio Nacional de San Isidro y de su autoría, rescato: “Al rato cansada de ver esa triste y polvorienta estación, me dediqué a observar a la gente que subía: mujeres cargando grandes bolsos, detrás de hombres y cada una de ellas con varios niños, algunos llorando, otros riendo y varios asustados. Los hombres con sus típicos sombreros, su piel cobriza y sus ásperas manos que evidenciaban muestras de trabajo. Estaban vestidos todos con la mayor sencillez y pobreza, llevaban, entre los bolsos, uno con comida (detalle que yo había olvidado, acostumbrada a comer burguesamente en el comedor del tren o ser servida por una azafata). Traté de imaginar cómo serían las vidas de aquellas personas y me di cuenta de lo cómoda que era al mía…”.