El verdadero apellido de su abuelo era Rudnizky, que fue un hombre clave en aquel famoso diario “Crítica” de la década del ’20. Su padre Alberto fue jefe de redacción del matutino porteño “El Mundo” y ella, tercera generación de periodistas en la familia, se inició en la revista top de aquellos años, “Primera Plana” compartiendo redacción con “Vicki” Walsh, la hija de Rodolfo asesinada por la dictadura cívico militar; para ese medio entrevistó a Pablo Neruda en Chile. Luego Silvia pasó por “La Opinión”, donde le hizo una huelga a Jacobo Timerman y fue despedida junto a otros, para finalmente ser parte del equipo de periodistas que llevaron adelante con su trabajo y su militancia el diario peronista y montonero “Noticias”. Combinando precisamente, militancia y profesión, ella fue integrante de la “Agrupación 26 de Julio” de la Juventud Trabajadora Peronista y del Bloque Peronista de Prensa. Nada extraño si se comparte el dato que desde los 14 años Silvia participaba de trabajo social en villas de emergencia y tomó como propia la causa del agredido. Antes, fue corresponsal de “Telenoche” en Canal 13 a partir de 1966 y colaboró desde su compromiso político con la agencia cubana de noticias “Prensa Latina”. Pareja del periodista Jorge Luis Bernetti, con él partió al exilio, primero a Cuba. Silvia Rudni murió a los 29 años de edad en el exilio mexicano en noviembre de 1975: enfermedad súbita y tristeza dijeron todos. Meningitis dijo la ciencia médica. De su corta vida, once años los dedicó al periodismo gráfico y a luchar por un mundo mejor. Pocas semanas después de su fallecimiento, Gabriela Courreges, columnista de la revista “Claudia”, la despidió así: “Una chica de 29 años que habiendo comprendido y asumido la real, la verdadera problemática de la mujer en la sociedad actual, había elegido el camino más difícil, sin hacer concesiones, sin renunciar a lo que se piensa por lo que se necesita, sin mentirse, sin mentir, sin admitir el trueque injusto que plantea aún hoy la vida a la mayoría de las mujeres: feliz y tonta o infeliz y sabia (…) No sé si fue feliz, pero es seguro que supo para qué vivía, cosa que pocas mujeres felices saben; no sé si vivió conforme con lo que había logrado de la vida, pero estoy segura que vivió conforme con lo que había logrado de sí misma. (…) Lo que sí sé es que pocos seres humanos viven 29 años con la intensidad con que ella los vivió. Sé que Silvia se fue sabiendo que había pasado por aquí, que había dejado algo y que ese algo tenía que ver, más que con la muerte que se la llevó, con la vida que continúa”. Sabias palabras a las que adhiero.