Roberto
Baschetti

Sabino, María del Carmen

Nacida en Capital Federal el 26 de junio de 1943. Hija menor de 5 hermanos que le decían “Titá”, siempre se caracterizó por ser inteligente, bondadosa y alegre, con salidas desopilantes muchas veces. Cursó sus estudios secundarios en la Escuela Nacional de Artes “Fernando Fader”. Fue una líder docente en la localidad de San Miguel, provincia de Buenos Aires. También fue presidente de la Sección Mujeres de la Acción Católica Argentina. Socióloga recibida en la Universidad del Salvador en 1968; ese mismo año trabajó en el Centro de Investigaciones Jesuitas. Proletarizada, se fue a trabajar a la vinería “Viñas de Orfila”. Integrante de Juventud Peronista (JP) y Montoneros, sus compañeros la reconocían con el sobrenombre de “Pastilla” por lo chiquita, por la menudita que era. Fue secuestrada-desaparecida el 29 de agosto de 1976, en la estación de tren del Ferrocarril Urquiza “El Tropezón” donde actualmente hay una baldosa que la recuerda. Cayó con otros tres compañeros de la organización Montoneros, en una frustrada reunión: Olga Beatriz Velasco, Susana Helvecia Battista y Daniel Horacio Garabello (ver sus respectivos registros). Fue vista en el CCD ESMA antes de su asesinato. Sus hermanos y demás familiares en un recordatorio aparecido en “Página 12” un 29-8-99, reclaman “Verdad y Justicia” y al lado de su foto citaron: “Para vivir hay que poner la vida”. También hizo militancia en una villa de emergencia. Cabe señalar y reproducir lo que se escribió sobre su tarea en la villa del Bajo Flores, en la Escuelita de Belén, según el libro “Micrófonos para el pueblo. FM Bajo Flores” en el año 2008. “Los que hoy tienen entre 40 y 45 años guardan la memoria de ‘esos pibes y pibas de la JP’ como uno de los recuerdos más añorados de su infancia. Comprometidos pero alegres, trabajadores pero divertidos, tiernos y guerreros, exigentes consigo mismos y comprensivos con los demás. Ellos dejaron regados de mística los rincones del Bajo Flores. Ahí donde haya una fiesta, una lucha por la reivindicación de nuestros derechos, una obra en construcción, un grupo de jóvenes que quiere cambiar la realidad del barrio, una ayuda sincera, un apretón de manos, un abrazo y tantas otras cosas que hacen especial la vida de nuestras calles y pasillos, ahí mismo ellos están y estarán presentes. Fueron parte de los años de más brillo, antes que vinieran los tiempos oscuros. No existe cura, vecino o compañero que pueda recordarlos con más de tres frases. Su recuerdo produce silencios y lágrimas. Casi todos ellos se encuentran desaparecidos. Se los extraña porque se los necesita. Se los necesita porque eran los mejores”.