“Bill”. Salatino es descendiente de los primeros pobladores que se asentaron en Hurlingham, provincia de Buenos Aires a principios del siglo pasado. Venía de una familia tradicional de la Unión Cívica Radical (UCR) y luego del golpe militar que tumbó al presidente Illia en 1966, comenzó a moverse en la oposición. Para entonces, estudiaba Sociología en la Universidad Católica Argentina (UCA) y con otros estudiantes sacaron una declaración de repudio a los militares y a la represión inaudita en los claustros universitarios, que pasó a la historia como “La Noche de los Bastones Largos”. Monseñor Derisi, rector de esa casa de altos estudios les advirtió: “Esta es una casa donde el padre soy yo y por lo tanto soy el único que puede opinar de política”. Respetuosamente le contestaron: “Ni usted es nuestro padre ni tiene el monopolio de la opinión y como esta no es nuestra casa nos vamos de la universidad” y migraron para la del Salvador. Ya para el ’70, Salatino estaba militando en las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) donde pudo conjugar su cristianismo radicalizado y su peronismo incipiente. Con motivo del fracaso parcial del robo del Banco Comercial del Norte en Tucumán cae detenido, hasta 1973 en que sale con la amnistía general. Ese intento de robo terminó bien y mal a la vez para él. Mal por que como dije terminó detenido; bien si se sabe que en ese grupo tipo “Armada Brancaleone” había un policía con siniestros fines: “Lo trajo un loquito –que decía que había peleado con los ‘Uturuncos’- y que ese ‘cana’ era un compañero, e iba a colaborar con nosotros. No era un infiltrado sino un policía hecho y derecho metido en una célula guerrillera cuyos integrantes sabían que tenían un policía junto a ellos. Nosotros confiamos; no fuimos críticos y el tipo nos batió con nombre y apellido, además de análisis de sangre y orina. El día del operativo nos estaba esperando en el Banco toda la policía de Tucumán, pero nosotros no vamos porque ese día estalló el ‘Tucumanazo’. Lo asaltamos otro día. Luego la policía nos atrapó igual, pero habían perdido la posibilidad de emboscarnos, matarnos y quedarse con el fruto de lo robado, según el plan original que tenían”. Estuvo detenido en Rawson. Cuando recupera su libertad con la primavera camporista “Bill” consigue trabajo en el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) en Catamarca y es una de las personas que elabora un documento final luego de casi un año de trabajo que permite definir la política agropecuaria para toda la Argentina, región por región, zona por zona, respetando las particularidades de cada una de ellas. El 16 de diciembre de 1974 el general de brigada Antonio Santiago Castro, por el Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE) advierte al Presidente del INTA que Guillermo José Salatino “registra antecedentes ideológicos marxistas que hacen aconsejable su no ingreso y/o permanencia en la administración pública”. Perseguido y condenado a muerte por la Triple A y el Ejército, en 1975 se exilia en Canadá, en Ottawa, con su familia. En el ’78 llega la propuesta de la contraofensiva montonera y se engancha vía Canadá-México, pero de ahí se desvía a Nicaragua –a pedido de la conducción nacional de los “Montos”—donde se suma a la rebelión popular para derrocar al sanguinario Anastasio “Tachito” Somoza. Forma parte del Ejército Popular Sandinista y está a cargo con otros compañeros montoneros de uno de los grupos de combate que realiza el asalto final contra el bunker del dictador centroamericano. Regresó a la Argentina en 1984. Sin trabajo estable se volvió a México para regresar definitivamente a nuestra patria en 1997. Allá se casa con una mexicana y tiene una pareja de niños, un varoncito y una nena. Falleció el 19 de marzo de 2017. Su amigo gringo John Samuel Tieman cuenta una anécdota sobre Bill que no tiene desperdicio. Estando en Canadá, Salatino es demorado por la policía local e interrogado por sus amistades con gente de izquierda y sus visitas a la embajada cubana de aquel país. Silencio total del argentino. Más preguntas y ninguna respuesta. En un momento el policía a cargo del interrogatorio le dice: “Nosotros somos la Real Policía Montada de Canadá ¿por qué no responde a nuestras preguntas?”. Respuesta del compañero: “Yo soy argentino. ¿Cómo se atreven a interrogarme, sin antes torturarme? Los descolocó a todos. Lo largaron sin cargo alguno.