“Tato”. “Virulana”. “Caíto”. Estaba en pareja con Norma Inés Cerrota (ver su registro). El 30 de junio de 1977 cayó abatido en un enfrentamiento armado con las fuerzas represivas en Florencio Varela (provincia de Buenos Aires), en el km. 12 de la ruta nacional N°2. Era Jefe de la Sección de Combate “Tito Taverna” del Ejército Montonero con jurisdicción en los distritos de Quilmes, Berazategui y Florencio Varela. Fue enterrado como N.N. en el cementerio de La Plata. Hermano de Enrique Horacio Sapag, tenía 24 años, y era también hijo del ex gobernador neuquino y caudillo Felipe Sapag. Había pasado a la clandestinidad el 10 de diciembre de 1975 cuando a las 7.35 de la mañana, los pelotones montoneros de combate “Juan Beláustegui” y “Miguel A. Bustos” intentaron detener al Brigadier Mayor Alí Luis YpresCorbat, Comandante de Operaciones de la Fuerza Aérea para ser sometido a juicio revolucionario por su participación personal y la orgánica de la institución militar a la cual pertenece, en la represión contra el pueblo. El Brigadier se resistió y quedo gravemente herido al igual que su chofer. Con motivo de esa operación fallida y su ya comentado pase a la clandestinidad, dejó una carta pública a sus padres y hermanos, de la cual cito: “Para que ustedes puedan entender mi actitud de asumir la lucha armada, deben remontarse a los innumerables esfuerzos que hemos hecho para reencauzar este proceso. Nosotros, el auténtico peronismo, fuimos anunciando la traición enquistada en el Movimiento y en el gobierno desde antes de la muerte del general Perón, fuimos los primeros en desenmascarar a López Rega, en exigir la democratización del Movimiento y democracia sindical. Fuimos también los que constantemente señalamos, que, para lograr la pacificación nacional, había que terminar con la más terrible de las violencias, la que sufre todos los días el pueblo: el hambre, la miseria, la desocupación, la falta de atención médica. Dijimos que esta violencia era la que originaba la justa respuesta de los de abajo, al no encontrar otro modo de defender sus intereses. Pero nada de esto ocurrió. No sólo no hemos sido escuchados, sino que además el gobierno de las Fuerzas Armadas intenta silenciar los justos reclamos populares usando mayor violencia. Cientos de muertos, miles de torturados y encarcelados fue la respuesta. (…) La alternativa es clara: o se opta por la liberación, se impulsa una política económica basada en la justa redistribución de la riqueza, se elimina la desocupación y las causas que originan el hambre y la miseria, se acaba el poder político y económico del capital extranjero en el país y existe libertad para que el pueblo se exprese sin proscripciones, o el pueblo aplastará inexorablemente a sus enemigos, aunque le cueste la vida de sus mejores hijos. Esta es la situación de nuestra patria. Yo tengo una gran pena porque esta crisis ha llegado a nuestra familia, tengo una gran pena, porque usted, Papá, lo quiera o no, está gobernando con los enemigos del pueblo (…) pero al mismo tiempo no puedo negar que tengo también una tremenda alegría; la de ser leal con mi otra gran familia que es el pueblo. ¡Perón ó Muerte! ¡Viva la Patria!”. Cuando Don Felipe Sapag murió a la edad de 93 años, el 14 de marzo de 2010, al costado del féretro colgaban dos cuadros con las fotografías de sus hijos peronistas asesinados por la dictadura militar; en el medio estaba la imagen de Jesús crucificado.