Nacido en Balcarce, provincia de Buenos Aires, el 26 de septiembre de 1939. Militante de la Resistencia Peronista. Proviene de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) donde fue detenido como preso común al no revelar que un asalto frustrado era para juntar fondos para aquella organización armada. Para ese entonces era conocido por maleantes y policías como “Cacho Carpatos”. Luego de la eterna discusión entre “obscuros” e “iluminados” en las FAP y el Peronismo de Base (PB), se va a Montoneros. Allí será oficial primero con el grado de Capitán. Conocido en la militancia como “El Loco César”. Anduvo por Mar del Plata, Tandil y La Plata en su periplo militante. Fue detenido el 2 abril de 1977, en una cita “cantada” y al resistirse le metieron 9 balazos: dos en la cabeza, -uno de ellos en la boca-, otro en la mano derecha, otro en el tórax y el resto en distintas partes del cuerpo. Los captores eran de la patota del Primer Cuerpo de Ejército dirigidos por el Coronel Roberto Leopoldo Roualdes. Permaneció 20 días en Campo de Mayo en estado de coma. Los represores querían salvarlo solamente para sacarle información y luego si, matarlo. Él intentó suicidarse dos veces sin éxito. Claro que su herida en la boca no lo dejaba hablar y su herida en la mano derecha no le permitía escribir, por lo que pasado tanto tiempo -esos 20 días- cualquier información relevante que tuviese ya había sido neutralizada por sus compañeros de militancia clandestinos. Igual lo torturaron con picana eléctrica y fue “interrogado” por Inteligencia del Ejército y por Inteligencia Naval. Créase o no, de allí se fugó en forma casi cinematográfica, el 21 de septiembre del mismo año. El relato está sacado del libro de Fernando Almirón “Campo Santo” confeccionado en base a testimonios de un ex sargento de Ejército de nombre Víctor Ibañez. “El 17 de septiembre de 1977 cuando ya llevaba cinco meses secuestrado en ‘El Campito’, lo subieron a un auto que salía con destino a un campo de concentración en la zona Oeste del Gran Buenos Aires al que llamaban ‘El Sheraton’ por el ‘buen trato’ que recibían los prisioneros detenidos en el lugar”. Allí le dijeron que otro prisionero, militante montonero de la zona Oeste llamado “Clemente” había declarado bajo tortura que posiblemente él (César), conociera una vieja casa de La Plata donde aparentemente estaba funcionando una emisora de Radio Liberación. “Querían que tratara de identificar la vivienda acompañado de una patota. Designaron dos coches con tres efectivos cada uno. Clemente y César viajarían en el asiento de atrás de uno de los autos. El Loco César se mantuvo la mayor parte del viaje en silencio, pensaba en la fuga. Es ahora o nunca, se dijo. Cuando el segundo auto se puso a la par de ellos indicando que por radio les habían ordenado ir hacia otro punto y que se separaban del grupo, el Loco no lo podía creer. Como si fuera poco, por tratarse de un preso viejo con supuesta voluntad de colaborar, no lo habían esposado. En cambio, a Clemente, al ser un detenido nuevo, si. Llegaron a La Plata y comenzaron a dar vueltas por la zona indicada por Clemente para que el Loco César reconociera el frente de la casa que buscaban. En uno de esos recorridos, Clemente señaló una vivienda y bajó del auto con dos integrantes de la patota. En estos casos, todos los miembros de los grupos operativos trataban de llegar primeros al interior de los domicilios para quedarse con el botín de guerra, que fundamentalmente consistía en dólares u objetos de oro. Mientras el conductor miraba como todos corrían hacia la casa, el Loco César observó desde atrás, por el respaldo del asiento delantero, que el conductor tenía su arma en la butaca del acompañante y aprovechando el descuido, le arrebató la pistola y se tiró del coche. Uno de los que habían bajado se dio cuenta, pero no llegó a reaccionar a tiempo. El Loco lo redujo, salió corriendo hacia una persona que estaba estacionando su automóvil y la hizo bajar a punta de pistola para seguir su fuga en un Opel K 180 de color negro. Cuando César revisó la cartera del propietario, descubrió que el auto pertenecía a un policía. Antes de entrar en la Capital Federal lo abandonó y robó otro, un Peugeot 504 que pertenecía a un puestero del Mercado de Abasto. En Constitución comenzó a perseguirlo un patrullero con efectivos de la comisaría 16ª, con quienes se tiroteó antes de abandonar el vehículo al borde del Parque Lezama. Inmediatamente fue hasta la casa de unos amigos para que le trajeran a su hijita: suponía que la tomarían de rehén para que él se entregase. No se equivocaba: como represalia, su suegro y su cuñado fueron secuestrados en Mar del Plata, golpeados y encarcelados”. Una vez a salvo, en Madrid dio testimonio sobre la dictadura militar argentina ante la Comisión Argentina de Derechos Humanos (CADHU), dibujando planos, detallando nombres de guerra y apodos de represores y guardias. Contó que las sesiones de tortura incluían el uso de picanas automáticas que durante horas efectuaban descargas eléctricas cada 4 segundos, además de “submarinos”, ataques con perros amaestrados, palizas hasta el desmayo y prácticas de karate, con el enemigo atado y encapuchado. Y aclaró, por si quedaba alguna duda: “No fue obra de ‘monstruos’ que cualquier ser reconocería apenas los viera. Su aspecto es normal y su actitud también, Tienen hijos, esposas y se creen buenos padres, defensores de la ‘libertad’ y ‘las buenas costumbres’. Las torturas, los desaparecidos, los ‘traslados’, forman parte de la ‘guerra sucia’: es una política previamente calculada y fríamente ejecutada, y no producto de ‘exceso de algunos grupos’ como se pretende hacer creer”. En 1979 funda en el exilio la “Agrupación Eva Perón”. Además, con su esposa (Nilda H. Orazi) el 15 de octubre de 1979 distribuyen un documento titulado: “Reflexiones críticas y autocríticas acerca de la lucha armada en la Argentina y de la estrategia de Montoneros para la etapa actual”. Ya en democracia y en Argentina, fue fundador del “Peronismo 26 de Julio”. Y en alocución directa a ciertos sectores de DD.HH. les aseguró que “Hay que empezar a hablar no sólo de si se luchó o no, sino porque se luchó. La oligarquía y el imperialismo, con el Ejército como mano de obra, impuso un país con industrias caídas, entrega del patrimonio nacional, desocupados, hambre y exclusión. Nosotros luchamos por una patria más justa, un país con justicia social. La memoria debe ser integral (…) Los desaparecidos no eran seres anónimos, tenían un proyecto político, eran luchadores de organizaciones concretas (y hoy como siempre) los sueños no se sueñan, los sueños se construyen”. Juan Carlos “Cacho” Scarpati murió a los 68 años, el 16 de agosto de 2008.