El querido “Tano” Schapira, fue el único hombre de tenis “desaparecido” durante la última dictadura militar. Nació el 18 de octubre de 1950 en Capital Federal. Formaba parte de una familia judía de clase media que vivía en el barrio porteño de Caballito. Jugó en Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires (GEBA) hasta 1968 y un año más tarde pasó a Comercio. Estuvo tres veces entre los 10 mejores del ‘ranking’ nacional a principios de la década del ’70, mostrando un juego tan estilista como clásico a la vez. Empezó a dar clases en el club de la Dirección Autárquica de Obras Municipales (DAOM) y luego en el club Macabi. Pero ese rubiecito alto y fachero, con una raqueta siempre a mano, era algo más que la pinta que aseguraba “minitas” a plazo fijo… Comenzó sus estudios universitarios de Derecho y fue convocado como ayudante en la Cátedra de Derecho Constitucional que daba el Dr. Rodolfo Ortega Peña conjuntamente con su amiga y compañera de militancia María del Carmen Bianchi (titular de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares –CONABIP- y ex diputada nacional por el Frente para la Victoria). Luego “El Tano” se desplazó a Córdoba porque ya era un cuadro importante en la estructura de la Juventud Universitaria Peronista (JUP). Fue el referente y responsable de su organización en la Facultad de Derecho cordobesa. Allá, en 1976, en plena dictadura, fue perseguido y baleado por las fuerzas represivas. Ya militaba en Montoneros. Con tres balazos en su cuerpo, pero merced a su excelente estado físico consiguió escapar al cerco tendido y volver a Buenos Aires en tren, enyesado y desplazándose en una silla de ruedas. Su padre intentó convencerlo de que se fuera del país como única manera de salvar su vida, que él inclusive, le facilitaba dinero y contactos para exiliarse. Daniel se negó rotundamente, porque estaba defendiendo sus derechos e ideales que eran también los derechos e ideales del pueblo; además consideraba que irse del país en esas condiciones era traicionar y abandonar a sus compañeros. Finalmente, el 7 de abril de 1977 (otro registro dice que fue entre el 9 y 10), cuando viajaba en un colectivo por San Juan y Boedo fue baleado y secuestrado por un grupo de tareas de la Marina de Guerra y remitido a la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), donde se lo torturó con golpes y descargas de corriente eléctrica para obligarlo a proporcionar información. Sufrió un infarto. Inclusive los asesinos experimentaron con él, sobre su cuerpo, un nuevo dardo con somníferos que pensaban utilizar para paralizar y dormir a sus oponentes en la vía pública antes de secuestrarlos. También lo llevaron al CCD La Perla de Córdoba. Ocho meses después de la “desaparición” de Schapira, nació su hijo también llamado Daniel. Es que murió sin saber que su esposa y compañera Andrea Yankilevich estaba embarazada. Ella a su vez, fue secuestrada y desaparecida con su bebé, más tarde, en julio de 1978. Pero el pequeño fue devuelto a su abuela materna. Hoy con 26 años ese muchacho milita en “HIJOS”. Además, el miércoles 17 de noviembre de 2004, el tenista Schapira recibió un homenaje público. Una placa con su nombre fue colocada en el Centro Nacional del Deporte (CENARD) en presencia de familiares, funcionarios, deportistas y dirigentes. La iniciativa de recordarlo fue votada por la Legislatura porteña, tras un proyecto del diputado Milcíades Peña que apuntaba a reivindicar el papel importantísimo de la memoria también en el deporte. Y más todavía: La Comisión de Deportes de la Cámara de Diputados de la Nación en octubre de 2005, dio dictamen favorable a un proyecto del legislador socialista Ariel Basteiro, para declarar el 18 de octubre como el “Día Nacional del Profesor de Tenis” en homenaje a Schapira ya que ese es su día de nacimiento; un Schapira, fundamentó “que hasta el último día de su vida buscó un sueño de justicia social y de un mundo mejor”. Otro homenaje en su memoria se sumó el 20 mayo de 2017, cuando en la tradicional esquina porteña de San Juan y Boedo se colocó una baldosa recordatoria; lugar, como relaté antes, donde cayó en las garras de la dictadura cívico-militar que asoló nuestra patria. Me llega ahora otro testimonio sobre su persona de la mano de su amigo periodista Oscar Pinco que se lo cruzó de forma imprevista en una movilización multitudinaria en repudio al golpe militar de Pinochet en Chile en contra del presidente Salvador Allende en setiembre de 1973. Nos cuenta: “Estábamos todos marchando y cantando ‘Viva Chile carajo’. Yo fui a la manifestación con algunos compañeros del colegio y de pronto, lo veo que venía él, Daniel. Encabezaba una columna de la JP y no era uno más. Se notaba su liderazgo. Ahí se me produjo un clic. Yo lo tenía del club Macabi, un club judío, de una burguesía determinada. Era el profesor de tenis ahí. Un tipo rubio, fachero y uno pensaba: ‘Bueno, este es uno más’. Pero no, era el que se ponía a hablar de filosofía, política, historia. Era brillante”.