“Cristo”. “Ruso”. Nacido el 25 de mayo de 1957 en Córdoba. Pasó por la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) en Córdoba, cuando iba al colegio “Manuel Belgrano” de la docta, y tenía notas altamente satisfactorias. (Al respecto puede verse su figura en una nota de la T.V. cordobesa titulada “Conferencia de prensa de la UES/13-1-74). Luego se anotó en Medicina en la Universidad Nacional de Córdoba, pero Pablito se vino a Buenos Aires en agosto de 1976; atrás dejó las persecuciones, la provincia mediterránea y una novia que siempre se veía suplantada por el otro amor de Schmucler: la militancia. Sus familiares le ofrecieron irse del país con todos los gastos pagos. Pablo fue categórico: “Mientras hay un compañero a mi lado, resisto: en tanto haya un pobre en mi patria, me quedo”. Iba caminando por La Plata con su amigo y compañero de militancia Alfredo Mauricio Reboredo quizás en cumplimiento de alguna tarea militante cuando fueron sorprendidos y escucharon una orden: “¡Paren! Contra la pared, manos en alto…”. Estaban en la vereda del antiguo cine “Select”, a dos cuadras de la Gobernación. Era un caluroso 29 de enero de 1977. Reboredo se quedó petrificado (ver su registro). Pablo corrió hasta la calle 56 y buscó un escape. En 56 y 4 subió a una terraza y sabiéndose acorralado, sacó una bandera argentina y gritó consignas a favor de su organización: los Montoneros. Lo fusilaron en el acto. Su padre, un intelectual de izquierda, “Toto”, ya había debido partir al exilio con anterioridad. A exactamente 40 años de estos hechos, el investigador y amigo Alejandro Inchaurregui, me escribe: “El cordobés –por Schmucler- corrió hasta 7 y 56, bajó por 56 hasta la calle 4, se metió en el edificio de la esquina y ascendió a la azotea. Mientras corría le disparaban; él no iba armado. Los ‘canas’ en el camino hirieron a un ciudadano de apellido Saidakovsky (ó Zaidakovsky) y a una señora que murió al mes en el Sanatorio Argentino. Algunos surtidores de nafta del A.C.A. de diagonal 79 y 56 fueron impactados por las balas. Es decir, la policía de la Brigada de Investigaciones de La Plata tiraba un concurrido sábado a la mañana como en el Far West. El cordobés entró al edificio y el portero le dijo ‘no entrés que es una ratonera’, no tiene salida. El muchacho subió, corrió encerrado por la azotea y la ‘cana’ lo abatió cayendo en el techo de unos locales contiguos al edificio, pero sobre calle 4. Cuando lo sacaron, le pusieron un arma larga en el tórax y los asesinos les decían a los curiosos que estaba armado. El portero me la hizo simple: ‘entró con libros en la mano y salió muerto y con un arma en la camilla’. La noticia salió en el diario ‘El Día’ como trascendido y no como comunicado del Primer Cuerpo de Ejército y decía que, a escasos metros de la Casa de Gobierno, alrededor de las 11 horas, habían abatido a un delincuente subversivo”.