Roberto era hijo de un ex cónsul italiano, oficial retirado del ejército de su país y fascista asumido públicamente. Inclusive de jovencito a él, no le disgustaba dicha mirada político-social del mundo y se apasionaba con su lectura preferida, los aforismos de Nietzsche. Pero en la vida todo cambia. En 1955, Roberto hizo el servicio militar obligatorio y un año más tarde dio su apoyo a la sublevación fallida del General Juan José Valle, lo que le valió un tiempo de persecución y cárcel. Y en ese momento de encarcelamiento, conoció a un militante peronista de fuste: César Marcos (ver su registro) que le hizo comprender las cosas, proporcionándole una lectura de la realidad, vista de una manera diferente a la que acostumbraba hasta entonces. Su amigo y compañero de militancia gremial, el Dr. Eduardo Luis Duhalde, da su semblante: “Roberto, por su parte, era un bohemio capaz de ver amanecer en una mesa de mármol, con migas de medialuna, en ‘La Giralda’ de la calle Corrientes, recitando Shakespeare, en largas parrafadas de memoria, con su voz seductora, a alguna circunstancial compañía femenina. Tenía la escuela del antihéroe aprendida en su permanencia al lado de John William Cooke. La muerte de éste y la del Che –que dejó pendiente su encuentro en Bolivia- le habían dejado una suerte de esplín alimentado de nostalgias, que le acompañó en los últimos años. Era un tierno a flor de piel, pero con la pétrea firmeza de su vida. Militante de la Resistencia Peronista, fundador de las primeras corrientes del peronismo revolucionario, ex preso CONINTES, abogado de raza pero que solo ejerció en pleno su profesión como defensor de presos políticos, y de vez en cuando con algún cliente ajeno al mundo militante, pero para poder comer, aunque salteado. Roberto era un político florentino, en el mejor sentido del término, poco afecto a la exposición mediática. De una valentía sin estridencias, como también vivió con parecido recato su vastísima cultura, su genio intelectual, la docencia y sus colaboraciones periodísticas de muy buena pluma”. Nació el 6 de noviembre de 1934 en Rafaela, provincia de Santa Fe. Su primaria la hizo en la escuela “Balbina Domínguez” de Santa Fe; la secundaria en el “Colegio de la Inmaculada Concepción”, en esa misma provincia. Sobre su paso por dicho colegio, hay una anécdota que no tiene desperdicio y refleja su manera de ser con respecto a las “verdades reveladas” y como cuestionarlas. Inclusive se dijo –versión de Jorge Vaizelles- que la misma motivó su posterior expulsión de aquel establecimiento religioso. Transcribo: “Roberto me admiró con la anécdota del hecho que motivó su expulsión del colegio de los jesuitas. En una exposición profesoral en las que se exponían pruebas de la ‘Verdad de la Doctrina Católica’, entre ellas, el sacerdote dibujó en el pizarrón un círculo y dentro escribió: ‘300 millones de católicos’, argumentando ‘como tantos otros pueden estar equivocados’. Silenciosamente, Roberto fue al pizarrón y escribió dentro de otro círculo de tiza ‘400 millones de budistas’”. Peronista revolucionario. Se recibió de abogado en la Facultad del Litoral de esa provincia. Como joven abogado descolló en la Convención Constituyente de Santa Fe en 1962. Carlos Magario recuerda un discurso de Sinigaglia –en otra ocasión- donde dijo: “No tengo una sola gota de sangre árabe, pero no por eso dejo de defender los derechos del pueblo palestino”. Puso su profesión al servicio de la militancia y por eso fue uno de los más importantes defensores de presos políticos. En la década del ’60 militó en Acción Revolucionaria Peronista (ARP), el grupo comandado por John W. Cooke. Con el triunfo electoral del peronismo en marzo de 1973, se convirtió en un miembro más del gabinete de asesores del Ministro de Interior entrante, el Dr. Esteban Righi. También fue periodista en el diario montonero “Noticias” y en las revistas partidarias “Nuevo Hombre”, “Militancia Peronista para la Liberación” y “El Descamisado”. Fue detenido-desaparecido el 11 de mayo de 1976 cuando ingresaba a su estudio jurídico de la calle Viamonte 1355-4°B-Capital Federal. Eran las 10,30 hs. de la mañana. Alcira Fidalgo (ver su registro) que trabajaba en su estudio jurídico se movió en pos de lograr la aparición con vida de su amigo Sinigaglia. Intentó enviar un documento de denuncia, de la Federación del Colegio de Abogados a Amnistía Internacional; por tal motivo visitó al periodista Andrew Graham-Yool quien le dijo que no podía sacar el escrito porque estaba muy vigilado. Roberto Sinigaglia fue visto con vida en la Superintendencia de la Policía Federal donde fue ferozmente torturado, pero de su boca –se supo- no salió ni un solo dato. “Quiero dejar aquí mi recuerdo para el Profesor Roberto Sinigaglia ya que fui alumna suya en el Instituto Flores de enseñanza privada, de la ciudad de Buenos Aires alrededor de 1975. Profesor Sinigaglia, siempre en mi recuerdo junto a los 30.000 desaparecidos. No al olvido ni al perdón. Su alumna. Mirta L. Crespo”.