De profesión modista; de corazón peronista. Segunda Sánchez, su hija, empleada de la Municipalidad de Avellaneda en la Unidad Sanitaria ubicada sobre la calle Sargento Cabral casi Pavón, Gerli, padeció el secuestro de su padre y de su madre en la noche del 3 al 4 de septiembre de 1976. Vivían en San Miguel de Tucumán desde siempre; puntualmente en la calle 12 de Octubre 2254, barrio de Villa Urquiza. Ella vivía con sus padres y estudiaba bioquímica en la Universidad. Desde 1973 militaba en la Juventud Peronista en su provincia, pero antes, como tantos, formó parte de un activo grupo juvenil de una iglesia adjunta al Cotolengo Don Orione. Su participación en ése grupo juvenil derivó con naturalidad en la militancia política allí mismo, en esa barriada que era la suya. Susana recuerda que antes, en la escuela secundaria ella era políticamente de izquierda y se enfrentaba de alguna manera al perfil y a las convicciones políticas de sus padres que eran peronistas de pura cepa. Luego con los meses las miradas distintas se harían mucho menos ásperas. La mamá de Susana, Segunda Honoria Soria, con 45 años para 1976, acompañaba la actividad gremial militante de su marido (Agustín Sánchez. Ver su registro), y no se oponía a que aquel destinara tanto tiempo y tanta preocupación a la tarea sindical; por el contrario, ayudaba en todo lo que podía desde su lugar. En su casa desde siempre, había algo así como un trabajo político-social en el barrio. Además, los vecinos solían elegir a Agustín y a Segunda para ser padrinos de casamientos o de nacimientos, por lo que allí siempre había gente y asados. Luego del golpe cívico-militar del 24 de marzo de 1976 continúa la represión iniciada en el “desgobierno” de Isabel. En Tucumán van a la casa, según rememora Susana Sánchez: “Pedían fotos de familia, seguramente querían identificar a mi hermano que ya no vivía con nosotros. Se llevan carpetas y carpetas con papeles del sindicato. Y se llevan una foto en la que estoy yo con mi hermano y con un amigo de él, llamado Julio Vega, a quien se que secuestraron”. Ante esta situación Doña Segunda se pone firme y le dice a su hija: “Nena andáte” con todo el dolor imaginable. Susana se vino para Buenos Aires y luego se enteró que los milicos habían asaltado su casa y secuestrado para siempre a sus padres.