Roberto
Baschetti

Stenfer, Gustavo Natalio

Nunca logró imponer su nombre de guerra (“José”) en las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Para todos sus compañeros era “Moustache” por sus frondosos y artísticos bigotes. El 14 de agosto de 1972 cayó detenido en una de las operaciones previas a la fuga de Rawson en el Sur. Sus compañeros rompieron un cerco policial a una vivienda que los albergaba y huyeron, pero él se retrasó, ya que se quedó quemando papeles y documentos de la organización, sobre lo que iba a ser el plan de escape sureño, para que no cayeran en poder de los represores, y lo agarraron. En esa ocasión, dos veces lo torturaron a “Moustache”, la primera en la comisaría de Ciudadela, provincia de Buenos Aires y la segunda en Coordinación Federal. Con sus enormes ojos azules dilatados por la fiebre y su pelo rubio pegoteado y sudado, negó todo, nada tenía para decirle al enemigo. (“Ellos saben que son especialistas. Sentía que la pierna se me daba vuelta, que los huesos se me rompían, que me iba a morir de dolor. Y me disponía a morir. Nunca se me ocurrió hablar, además hablando no iba a terminar con todo eso. Además, no podía…”). Salió con la amnistía del ’73. Con la fusión de las dos organizaciones pasó a ser militante montonero. Comenzó su camino hacia la muerte el 21 de octubre de 1974 a las diez de la noche. La Federal lo esperaba junto a la citroneta azul con el logotipo de una casa de venta de plantas, pájaros y peces que era la cobertura legal de un taller de explosivos de la organización. Eso fue en Aráoz, entre Corrientes y Luis María Drago de esta Capital. Tenía 23 años. Se lo llevaron. De vuelta no “cantó” nada, porque no cayó un solo lugar o compañero que él conociera para entonces. En 2010 se le hizo un homenaje a él y otros secuestrados-desaparecidos que pasaron por el colegio industrial Otto Krause. En 2011 le escribió otro compañero (Jorge) en un nuevo aniversario de su secuestro: “El amor, madre, a la patria no es el amor ridículo a la hierba que pisan nuestras plantas. Es el odio invencible a quien la oprime, es el rencor eterno a quien la ataca. Y tal amor después en nuestro pecho es el mundo de recuerdos que nos llama a la vida otra vez. Con el afecto de entonces…”.