Buen mozo, rubio y de ojos claros. Amable y solidario. Reservado y tímido con las pibas, aunque para ellas no pasaba desapercibido. Nació el 26 de mayo de 1948 en Monte Maíz, provincia de Córdoba. En plena juventud, radicado ya en Río Cuarto (donde tenía un taller de colocación de caños de escape), el “Pato” Svagusa se incorporó a Montoneros a principios de la década de los ’70. Antes con 19 años de edad y al frente del negocio familiar por la muerte de su padre, comienza a cursar un secundario nocturno y pasa por la Unión de Estudiantes Secundarios (UES). En 1972 fue herido y detenido en San Juan. Ya por entonces, era considerado por sus compañeros de militancia un combatiente excepcional, aguerrido y valiente. Liberado el 25 de mayo de 1973 se reintegró a la lucha para ayudar en las transformaciones que debía realizar el gobierno popular votado masivamente por su pueblo. Traicionadas estas expectativas, fue nuevamente detenido en septiembre de 1975 en la ciudad de Córdoba por la policía provincial. Torturado en el Departamento 2 de Informaciones, fue luego alojado en la Unidad Penitenciaria N°1. (UP-1). De allí fue sacado, nuevamente torturado y fusilado como “rehén de guerra” el 17 de mayo de 1976 conjuntamente con otros presos políticos. Obra del general Juan Bautista Sasiaín y del juez Adolfo Zamboni Ledesma. Los represores inventaron una fuga inexistente. A José Alberto Svagusa, lo recuerda un compañero –Carlos Ezquerro- de éste modo: “Las calles del pueblo sintieron su transitar ejerciendo vitalmente su ser de pibe común. La pelota, la gomera, las figuritas y todos los etcéteras que caben. Y los amigos, por supuesto, en bandadas (…) Tenía que ser nomás. El tiempo demandaba, con su carga utópica, con el compromiso flotando en el aire y los sueños de que un mundo mejor era posible bailando la ronda en las esquinas. Y como tantos, ‘el Patito’, abordando el peronismo de la conciencia popular como plataforma y camino hacia ese mundo en estas tierras, montó el caballo rampante de la lucha contra la inocencia –quizás necesaria y quizás fatídica- propia de los que no tienen nudos desanudables en el corazón y en el cerebro…”.