Desconozco su fecha de nacimiento y su fecha de deceso. Es prácticamente un ignorado para la historiografía política y gremial de la Argentina. Pero en casos resonantes este hombre –peronista- estuvo del lado que debía estar: defendiendo al pueblo agredido por el sistema. Fue abogado de la Confederación General del Trabajo CGT) y de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM). Por su compromiso militante resistente debió buscar refugio como exiliado en Montevideo, Uruguay a fines de los ‘50. Cuando el compañero Felipe Vallese fue secuestrado y desaparecido el jueves 23 de agosto de 1962; al día siguiente interpuso un recurso de “Habeas Corpus” ante la Justicia sin éxito y al saberse que aquel estaba privado de su libertad por la policía bonaerense en la Unidad Regional de San Martín (provincia de Buenos Aires) se presentó en el lugar y se le volvió a negar que el compañero de Juventud Peronista estuviera allí detenido. Torres (luego del 28-9-66) defendió como abogado, a los jóvenes argentinos, “Los Cóndores” que aterrizaron en nuestras Malvinas, izaron la enseña patria para luego ser detenidos por el colonialismo inglés y devueltos a la Argentina donde aquí, insólitamente, la dictadura militar del general Juan Carlos Onganía los llevó frente a un Tribunal de Enjuiciamiento. Luego, conjuntamente con otro abogado peronista a principios de los ‘70 –Norberto Oscar Centeno, luego asesinado por la dictadura militar de Videla-, pusieron su profesión al servicio de la clase trabajadora y los militantes políticos perseguidos y encarcelados a raudales en el contexto de un país convulsionado por aquella campaña del “Luche y Vuelve”. La última actividad pública que le conozco a Torres, data de 1984, mes de octubre, cuando Mario Eduardo Firmenich, comandante montonero, que había sido detenido en Brasil, fue extraditado a la Argentina para ser juzgado. En un gobierno como el de Alfonsín donde se apuntaba sin disimulos a hacer realidad así fuera con fórceps, la “Teoría de los Dos Demonios”, era claro que Firmenich estaba condenado de antemano y quien lo defendiese pasaría a ser demonizado. Asumió el compromiso igual, fiel a los principios que enarboló toda su vida. Al respecto, supo decir reporteado por una revista del sistema que se regodeaba con una inminente condena a su defendido: “Firmenich está seguro que puede perder la libertad pero no la dignidad”.