“Chango”. “Pepe”. Nacido el 17 de febrero de 1953. Su padre se llamaba Simón Kiva Urfeig y su madre Fanny Waldsztejn. Se casó con Ruth Reiter y tuvieron un hijo (Juan Pablo –quizá por Maestre-) que tenía dos años cuando lo secuestraron. Su hermano Leonardo habla con tristeza: “Pienso a veces en los signos trágicos. Se repitió en casa que él, no fue un hijo programado. Por otra parte, era un chico que se perdía mucho, es decir no avisaba en casa de que amigo estaba jugando y también tengo el recuerdo de vacaciones donde tampoco sabíamos donde estaba. Seguimos sin saber donde está”. En su adolescencia activaba en una institución judía progresista, pero sionista al fin. Viajó a Israel a vivir (1972) y durante la estadía cambió completamente sus ideas a punto de ser expulsado de la institución que lo llevó y verse obligado a regresar a Buenos Aires. Militó en el peronismo juvenil de las Regionales haciendo actividad destacada en una de las tantas unidades básicas que estos tenían dispersas por Buenos Aires. Pudiéndose ir a donde quisiera por su condición económica, decidió quedarse en Argentina y enfrentar a la dictadura cívico-militar entronizada en nuestra patria a partir del 24 de marzo de 1976. Fue secuestrado-desaparecido a la edad de 24 años, el 15 de septiembre de 1977, cuando efectuaba unas cobranzas a clientes de la fábrica textil de su familia. El 14-09-2007 fue colocada una placa en homenaje a los egresados “desaparecidos” del Colegio Nacional 17 “Primera Junta” (Avenida Rivadavia 5161. Caballito. Allí, Urfeig militó en la Unión de Estudiantes Secundarios –UES-). Me escribe Ana Lía Glas y suma su testimonio a la memoria del Chango: “Fui compañera de militancia de Ernesto en las FAR –Fuerzas Armadas Revolucionarias- y tengo los mejores recuerdos de él. Un militante íntegro, comprometido, con espíritu muy crítico (…) Era una persona muy querida en la Unidad Básica donde desarrollaba su trabajo de superficie, porque era muy cuidadoso con la seguridad de la gente, muy cariñoso, permanentemente alegre, desplegando un sentido del humor y de la ironía únicos. Siempre fue leal a la Organización y a los sectores desposeídos, esos que reclamaban justicia y una vida mejor; él era un idealista, de los que quiso construir el Hospital de Niños en el Sheraton Hotel”.