Tenía 23 años. Estudiaba Derecho. Un grupo represivo paramilitar de la Concentración Nacional Universitaria (CNU), grupo de tareas de la última dictadura cívico militar, lo secuestró el 20 de abril de 1976 entre las 0.30 y la 1 de la madrugada en su domicilio de calle 26 Nº 1191 de La Plata, donde vivía con su madre y su hermano. El mismo día lo asesinó y dejó su cuerpo acribillado a balazos y con signos de torturas en Arroyo Santo Domingo y Ruta Panamericana (Acceso Sudeste), Villa Domínico, Avellaneda, provincia de Buenos Aires, junto al de otras dos personas (Leonardo Guillermo Miceli y Carlos Alberto Satich). Horacio Salvador Urrera trabajaba en el Tribunal de Cuentas de la Provincia de Buenos Aires, había llegado a ese destino laboral en 1974 luego de pedir el traslado desde la Dirección de Rentas, donde había desarrollado una fuerte actividad sindical como delegado de la Asociación de Empleados de Rentas e Inmobiliaria (AERI). Su hermano Mario, hoy querellante en la causa que se le sigue a Carlos Ernesto “El indio” Castillo (CNU) y otros esbirros recuerda a Horacio como “un tipo muy carismático y frontal. Desde lo ideológico simpatizaba con la Juventud Peronista, pero no militaba políticamente hablando. Lo suyo era lo gremial”.